Se inaugura por fin el otoño, en este crepúsculo de domingo, con la clausura de la Feria del libro Viejo y Antiguo en Recoletos. Se ha desarrollado el evento del 26 de Septiembre hasta el día de hoy con la reunión de cuarenta libreros de Viejo, venidos de todos los rincones de la Piel de Toro y convocados por la asociación LIBRIS.
Parece que fue ayer el día anterior a la inauguración. Bajo el calorazo mañanero de un Septiembre envalentonado paseaba yo por un pasillo de casetas en construcción. Entre el ambiente de las tablas y ciudadanos ociosos iban llegando cajas de cartón con el distintivo de «MUY FRAGIL» junto a otras presentadas con dibujos de plátanos bajo el nombre de «PREMIUM BANANAS». Se apilaban ambas enfrente de cada expositor con mimo de tesoro hasta que alguien salía del stand para abrir su contenido con singular cuidado.
De estos cofres salían los libros para ser expuestos. Me gustó la ceremonia invisible y anónima de la apertura de cajas en su doble aspecto de fragilidad y frutería. Este ritual pasa todos los días en la Cuesta de Moyano en alguna caseta, pero nunca de forma tan masiva como aquella mañana. El libro antiguo venía envuelto a Madrid en un doble contenedor oscilando entre el MUY FRAGIL de la porcelana china y el comercio al por mayor de plátanos. Un doble carácter de un libro Gran Reserva se nos mostraba como un gesto apenas sin importancia: el lujo exquisito y el mercado al por mayor.
Tras la inauguración al día siguiente al lado de la caseta de LIBRIS – donde se exponían los carteles y los libros de edición especial publicados cada año desde 1990 – se cortó la cinta con la bandera en una ceremonia rápida. «La semana ha ido tranquila» me dicen los sabios de toda España que integran la asociación. Una semana de Hispanidad y ensayo de desfiles con música castrense que hacía que la gente paseara a media tarde entre la cultura a ritmo de paso ligero en marcha de revista.
La realidad es que el Libro antiguo nos ha inaugurado el otoño en una introducción intelectualísima y sabia al traer encuadernada la hoja parda que no acababa de caer en LosMadriles. Esa hoja antiquísima impresa de castellanos viejos, nacida de árboles quizá ya caídos, encuadernadas y presentadas en cajones de fragilidad y frutos, ya está aposentada en bibliotecas de público aficionado o bien devuelta a cajas frágiles de bananas exquisitas.
Recoletos queda ya esperando su regreso próximo desde la alfombra del otoño pardo de hojas secas que caen inevitables con la nostalgia pura de los grandes finales.