Hoy hace un siglo que nació una diosa inglesa que, desde el West End de Londres hasta los sueños de Hollywood, cultivó un estilo hasta forjar la inmortalidad de dos tipos de mujer encarnadas en «damas del sur»: Escarlata O’Hara y Blanche Dubois. Entre la grandeza del mundo perdido de Tara y la sordidez realista de Nueva Orleans esta pequeña british alcanzó la gloria cubierta de celuloide.
Yo la conocía desde hace tiempo en pantalla pequeña, en blanco y negro o tecnicolor. Era de esas bellezas con chispa, simétricas, «carasguapas» con sonrisa intencionada. Nada más, creía yo. Hasta que un domingo se me apareció en su entorno natural para sacarme de mi miopía: la pantalla grande. Era el día después de San Patricio en Dublín. La ciudad estaba desierta de resacas y, caminando, curiosamente hacia Tara Station, me paré en el cine cercano, el Screen.
Ponían «Gone with the wind» y una foto del famoso beso lo anunciaba. Era un buen plan para reposar los excesos del día anterior. Había visto la película varias veces, el cine estaba casi vacío y me recosté en mi butaca acomodado entre sueños del «viejo sur», acunado por ese mundo de damas, caballeros y honor que se lleva el viento al compás de Dixie.
Vivien, señorita Escarlata, niña caprichosa y con mando parecía más sugerente que nunca, magnética, con matices de primeros planos en su rostro y desarrollando una vida en cada movimiento de plano general. La aparición se produjo cuando Rhett Butler, ya harto, la viste en rojo fucsia, la acompaña a la puerta del insípido Leslie Howard diciendo que él se va mientras la empuja literalmente a la puerta de la humillación.
Silencio, mirada de súplica-sorpresa-herida-orgullo y remate en desafío entando a la fiesta de cumpleaños resumido en un plano para la historia.
Me incorporé de la butaca, desperté del sopor de la fiesta y le guardé amor eterno. Eran dos segundos, pero ahí cambió la forma de ver las cosas y entender quién era esa chica.
Me incorporé de la butaca, desperté del sopor de la fiesta y le guardé amor eterno
Más tarde se puso en el Screen el ‘Tranvía llamado deseo», obra maestra de Tennessee Williams que a pesar de haber sido tan maquillada en el cine obviando los temas más problemáticos de la obra, dejaba una maravilla entre Brando y Leigh dirigidos por Kazan.
Esta dama del sur era otra cosa, mucho mas complicada de dar vida a una mujer que vive entre sueños, rota por dentro hasta que la destrozan por fuera.
«Stella, Stella for Star» dice abrazando a su hermana. Ocultando su rostro de la luz para evitar que se vean las arrugas exteriores e interiores hasta la brutalidad de dos escenas que marcan: la violación, e incluso la más dura de las palabras de Mitch: «No, you’re not clean enough to bring into the house with my mother».
Su carrera es amplia y su labor en el teatro y con su segundo marido Sir Laurence Olivier merecen un estudio.
Yo me quedo con estas dos mujeres.
Gracias.
Vivien Leigh (5 Noviembre 2013 – 8 Julio 1967)