Entro y hay buen ambiente, gente guapa de Madrid. Esperanza Aguirre, la mujer que siempre sale perfecta en mis fotografías baja las escaleras acompañada de una juventud entusiasta de risa floja. Esta mujer irradia una inteligencia astuta que contrasta terriblemente con el gesto plano de la juventud efervescente que la rodea. Esta juventud pertenece a eso de las Nuevas Generaciones, los cachorros de los partidos, los viveros de la intelectualidad política que hoy vienen a adorar a los mayores.
Los seniors han venido todos desde la capital. Un encuentro de ministros aparece para dar clases de sabiduría en centros rebautizados como «Agoras». Ya saben, las asambleas griegas donde los protagonistas debaten ante la atenta mirada de los pupilos. Hoy en día, donde eso de la cultura y el debate, está mas amañado que los combates de boxeo de Urtain, es la clase política la que se mueve las neuronas en saraos a los que pomposamente llama «sanedrines», «ágoras», «comités de sabios» – genialidad del «pensamiento Alicia» de ZP – y cosas así. Esta mañana tenemos cinco y por la tarde otras cuantas. Imagínense el tema. El formato es de un moderador, y dos «contrincantes» que desarrollan y explican un tema. Lo mejor es el público del que se rodean: bisoño, sonriente, convencido de una cosa y la contraria y sonriendo a intervalos.
Paso fugaz por allí, veo el tema y me voy al Plenario, sala inmensa de azul cielo y acústica superlativa donde se depura el mensaje del evento con arias de Divas. Los Vicesecretarios comentan sus concusiones y el señor Arenas entona su «ese» andaluza para explicarnos que este partido está cohesionado hasta límites insospechados, que aquí no sobra nadie, que cada vez son «masss», que explican todo y que lo mejor está en el Pais vasco y Navarra. Es un buen entré para lo que va a venir al final de la mañana. Gran aplauso, huida general del auditorio y entrada de jóvenes concejales cuyo discurso cae en el olvido por el movimiento del personal. Nos calmamos y continúa el coro el señor Pons con su sonrisa Pons. Se le unen la pareja perfecta que lleva deambulando en su palacio de cristal este finde casi nupcial: Cospedal y Rajoy, Mariano y María Dolores, son recibidos con delirio y se sientan tras saludar a un grupo de víctimas encabezados por la bella Arantza Quiroga.
Tras unos segundos de ensoñación para asimilar nuestra alegría inmanente – esto es lo contrario de la trascendencia – se pone serio, corta, y remarca que lo mejor viene ahora.
Es demasiado. Omito el aplauso de finalización de la intervención, y se apagan las luces para ver a Mari Mar Blanco y otros más en un video homenaje a las víctimas con lista reducida. Se acaba y salimos corriendo por la puerta derecha hacia la sala Danza donde La Pareja se va a reunir con una delegación nacional e internacional. Paso corriendo por el muro del recuerdo, lo más vivo de la convención, donde me mira fijamente Gregorio Ordóñez desde su mirada eterna de hombre puro. Veo a María San Gil, muy pequeñita, sonriente, en una foto de esas disimuladas en la esquina.
Me voy rumbo a la ciudad con dos hombres en mente de mi España: Luis Aragonés y Gregorio Ordóñez, es lo que me queda de la mañana de hoy mientras el frío me azota la cara, y me calo la boina frente a la inquisidora mirada de un poli azul que me observa helado desde su verdugo.