Arde Madrid en sobredosis de euforia esperando que en estas noches calientes de primavera y grito se unan sus equipos para capitalizar Europa a fin de mes. Mientras tanto, entre partido y partido, se nos van personajes de este maravilloso universo, entre el dolor tremendo y sabido de Villanova y el recuerdo de Vujadín.
La primera imagen que recuerdo de este último es de una victoria del Madrid en Bilbao bajo la lluvia. Al finalizar, el técnico salió al campo empapado en su gabardina, a dar la mano a sus jugadores apareciendo el primer plano del expresionista Juanito abrazando a Vujadín con el alma, como todo lo que hacía el de Fuengirola. El gran Juanito, que en ese misma temporada, y tras ganarnos en el viejo y genuino estadio  José Zorrilla, había prometido ir de rodillas desde el centro del estadio hasta los vestuarios si ganaban la liga. Lo hizo convencido, penitente y tremendista, pero en los últimos suspiros Zamora empató en Gijón en otra épica embarrada. La Real ganó su liga y fue el último año de Boskov en el Madrid.
Era Vujadín un tipo carismático de cabeza romana que eludía abstracciones y metáforas en las ruedas de prensa. La dialéctica inmediata del sentido común con un discurso de lo concreto a medio camino entre Perogrullo y síntesis de poesía zen con acento de centroeuropa. Tuvieron que pasar años para consolidar las abstracciones que empezaba a introducir los latinochés tipo Menotti, elucubrando con la filosofía y el fútbol, sublimándolo con categorías vitales entre bocanadas de humo barroco como si estuviéramos en un salón de la calle Corrientes con Borges. Llegaría después Valdano y sus discípulos a consolidar patentes de corso y confundir definitivamente el fútbol con la vida y hasta hacer cientifismo cuando Lillo, en la tele, mezclaba pitagóricos cosenos de alfa al hablar del fútbol del Barcelona.
Nosotros en Zorrilla, ya el nuevo estadio, tuvimos a un maestro de esta estirpe llamado Maturana, Don Francisco – Pacho – Maturana. Colombiano de la escuela platónica explicaba el juego desde volantes de contención y coreografía de líneas sin centrales haciendo esquemas filosófico-místicos sobre lo que pasaba en la, casi siempre, tragedia dominical. La palabra crea mundos, tanto que a nosotros, los ya viejos aficionados de Pucela, tras ver perder a los nuestros contra el Barça por goleada, llegaba el consuelo de la rueda de prensa para explicar lo que había pasado allí.
Eran dos escuelas que conviven en todas las áreas: la de lo concreto y la de lo abstracto, realismo e idealismo, desde la literatura veterotestamentaria a Grecia. El fútbol helenizado desde la zona, porque «hay que vivir en zona» precedido el discurso de la defensa al hombre con líbero, laterales, nueve matador y el siete corriendo la banda.
Yo, como estoy un poco harto de los nuevos filósofos inmanentes, ultravocalizados y, en fin, palizas, echo de menos a Vujadín en su sentido común y práctico recordando el sentido de las cosas, así como gran patrón de los entrenadores de poco pico y mucha pala, mencionando precisamente hoy a don Carlo Ancelotti y Cholo Simeone, currantes de la cosa, humildes y sin dar tanto palique aleccionador.

Vujadín Boskov, DEP, felicidades al Madrid y mucha fuerza y suerte al Atleti esta tarde para hacer a Madrid, capital de Europa desde Lisboa.

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