– “Bueno, muchas gracias… de verdad”
La mujer que tengo al lado no puede ni hablar. Sus ojeras profundas esbozan tímidamente una sonrisa de agotamiento. Son las 9 la mañana de uno de los Jueves «que reluce más que el sol» y estamos en la zona de prensa del Senado. Nos hemos visto tres veces en dos días para conseguir una acreditación fantasma para un evento histórico. Me han acompañan miles de periodistas nacionales y extranjeros compartiendo frustración en un caos se formó desde 24 horas antes.
Me despido de esta mujer agotada, como sus dos compañeras que están en las tres mesas cubiertas de papeles, clips, acreditaciones, cintas amarillas y azules, tarjetas verdes… Por supuesto no me quejo ante ella. Bien se que por encima nuestro, en diferentes direcciones, hay dos fuerzas, entre mediocres y zafias que a ambos nos han hecho una putada –excuse my french-. Es igual, nos sonreímos y salgo al mundo donde reina un cielo de santidad custodiado por helicópteros intrusos. Es día del Corpus Christi y proclamación de nuevo Rey en España: Felipe VI.
No se puede avanzar hacia el Palacio Real a estas horas, vuelvo en dirección opuesta a Gran vía por un pasillo de policía que desemboca en Plaza España bajo atenta mirada del Quijote.La vista de la Gran vía es un circuito de banderas y seguridad de uniforme cada tres metros; el público ya se hace sitio, mayormente compuesto por “españoles 1812” – los del otro lado del hemisferio – y risueñas orientales con las que nos hacemos “selfies”.
Me reparten banderas a la entrada del metro desde el voluntariado de la ciudad, Piluca me da tres. La ciudad está llena de banderas nacionales, desde la sección de anuncios hasta muchos balcones, tras la hecatombe de la llamada “roja”. En estos días pasados de efervescencia republicana un mandato del ayuntamiento restringió el uso de la tricolor en este día. Sin embargo, mi tercer ojo, los lentes curiosos de mi cámara que vagan entre el cielo y el selo descubren una inmensa que, claro, pasa inadvertida por excesiva. Está enroscada en la imponente Torre de Madrid desafiando el mosqueo de los helicópteros que, como moscas enceladas pasan por esas alturas.
Bajo la cámara hacia el movimiento y casi me pierdo un rápido saludo en sangre azul envuelto en un Rolls que vuela hacia la gloria.”A las 12 vuelven”, me dice el policía que tengo al lado.
Camino pues hacia Callao donde las televisiones de nuestro Time Square muestran la ceremonia desde el congreso, discurso que ustedes, todos, sin leerlo saben de qué va y que básicamente se entiende en dos aspectos simbólicos: la imagen orgullosa de familia y el desguace de un escudo. La institución simbólica por antonomasia nos da el mensaje claro: desde la formalidad de las niñas, que están muy guapas, al agradecimiento a los progenitores diseñado en un escudo moderno que elimina yugos, flechas y cruces. Es decir, homenaje a la familia dinástica obviando el compromiso con la historia y con la trascendencia.
Queda así, tan sutil y simbólicamente, un escudo insertado pues, en el presente absoluto para definir a una España inmanente y de gestión. Entre aplausos virtuales que se hacen reales en la plaza de Callao nos vamos colocando «porque ya llegan» dice el de seguridad.
El gran impacto nos llega a cuerpo descubierto en Gran Vía: el novísimo timonel, el más preparado representante de la generación-mas-preparada-de-la-historia-de-España cruza la Gran Vía entre caballos y vítores. Su esposa sentada en el asiento ejecutivo y mas atrás las niñas que saludan con manitas delicadas encerradas en coches negros de prohombres.
Desaparece bajo el sol la comitiva efervescente hacia el Palacio Real que nos traerá fotos de familia en balcones eternos, Froilán conspirando entre ventanales y público de aplauso fácil y pamelas rojas sin pañuelos blancos.
Hay besamanos eterno que ya veo en tascas madriles donde los dueños están escépticos y tristes «porque no hay movimiento, la gente se ha ido de puente y pasa de todo. Nada. A ver esta tarde con los republicanos, que tal»
En Sol ha desaparecido Sergio Ramos dejando otro poster que refleja a los príncipes para que el turisteo se retrate con ellos, igual que con el formidable tapiz del Congreso.
Hoy es Corpus Christi y así será muchos años aunque hoy todo esto se oculte por la efervescencia rápida de la España inmanente. Yo, como siempre, brindo mucho y por lo permanente, por esos símbolos que realmente duran porque está incrustados en la historia y se elevan para significar algo.