“Between my finger and my thumb
The squat pen rests.
I’ll dig with it.”

Vamos de aniversarios. Se nos mueren las letras en las postrimerías del Ferragosto para dejar un Septiembre de recuerdos frente a la chimenea. Ayer Umbral, poeta en prosa, y hoy Seamus Heaney, poeta y Nobel, uno de los cuatro de literatura irlandeses, los otros son Yeats, Shaw y Beckett (no está Joyce, quizá el irlandés más famoso, creador de una obra mítica de la que todo el mundo habla y no ha leído entera nunca, ni hasta Borges).

Cuando desembarqué en la isla, Heaney aparecía en los medios de vez en cuando como una leyenda vida, venerado, presentado como el sucesor de Yeats. Había nacido en Irlanda del Norte, en el condado de Derry (lo que los anglos llaman Londonderry y el resto del mundo Derry). Leí su poesía al poco de llegar y me dejó un poco frío, tuvieron que pasar unos pocos años para que me lo volviera a encontrar en mi inolvidable librería en frente del Trinity “Books upstairs” y tras conversación con el dueño (casi toda la biblioteca Irish la compré allí) mi afición por su visión se fue incrementando.

La clave era mi paulatina identificación con Irlanda.

Y es que yo venía enamorado de Inglaterra, vaya – aquello fue un flechazo radical del que todavía me estoy recuperando – y la pequeña Erin se resistía como un amor paulatino, de poco a poco, de fuego lento. A medida que hablaba con los irish de todas partes comencé a entender el país, la nostalgia que inunda todo, tan desarrollada por la muerte, el sufrimiento y la ausencia.

Estas tres fuentes de conocimiento son difíciles de entender para el turista de pinta y finde donde tras pasar apenas unas horas en la tierra vuelven a sus países respectivos sin haber cruzado palabra con un “local” y lo mas que han visto es un paisaje “bonito” lleno de gente “maja y bebedora”.

Lleva tiempo conocer el mundo, y en especial a los portavoces cercanos de esa realidad: los poetas. Heaney, como todos los artistas irlandeses está pegados y apegados a su tierra, a su paisaje interpretado desde la presencia de sus antepasados y de esa tragedia que llamamos historia, mas terrible para unos países que para otros. Y es que hay unos con pasado imperial y otros colonial. Yo estoy identificado con los primeros, claro, y la experiencia irlandesa me dio una gran visión de la otra cara de la moneda.

En fin, el tema da para mucho y el que se pone nostálgico ahora soy yo, no tanto por Heaney, sino por mi tierra verde y prometida que me hizo descubrirme a medida que la amaba y ahora se me aparece en sueños perturbadora como un rasgo de biografía caliente con olor a alga.

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