«El viento es el aire en movimiento» se cantaba en las escuelas de antaño cuando el conocimiento y el arte estaban unidos en Do Mayor. Viento que se nos apareció ayer a poner en movimiento el calor quieto y plomizo del eterno agosto.
Arrastrar un calor tan pesado es tarea de titanes, de mitos. Por eso dicen que estos vientos son saharianos, duros, legionarios en fin.
Este mistral africanista, que parecía inspirado por Astray, llegó nocturno como las grandes revelaciones y comenzó a golpear puertas, acariciar ventanas, a liberar sueños.
No nos pilló de sorpresa, las familias bohemias tenemos más vigilia de noche que de día – creando o rezando, entre la poesía y la plegaria – y colaboramos entusiastas en el esparcimiento de la buena nueva poniendo zapatillas en cada puerta y abriendo ventanales.
La madrugada nos congregó en un salón victorioso y fresco, plaza mayor del castillo, mientras desayunábamos exquisitas pastas de pueblo para festejar la victoria de la liberación del viento.