Septiembre renace entre lluvias dando a luz un domingo soleado de San Mateo.
Pateo calles somnolientas en placer de fiesta caminando hasta Alcalá. Se abre el Retiro y, tras la gran Puerta, el perfil del Ave Fénix señala bravo la dirección de la vida a golpe de movimiento.
Desde aquí se convoca, en metros infinitos, de Vías a Glorietas, una especie en extinción: familias en reconquista calmada, repoblación silente con el corazón en la patria-de-los-padres, peregrina, en su cada vez en menos espacio, para cantar la vida en la mañana del domingo.
Pasean para recordar lo evidente y pedir, casi orando, que las nuevas madres, hermanas siempre nuestras, no se mutilen su mejor mitad, paso previo a que todos nos mutilemos del todo. Cosas tremendas para pensar en una mañana alegre, infantil, verbena de viejos, niños y padres.
«¡Aborto no, aborto no!» Dice por fin con lágrimas en la garganta y a su ritmo propio un ángel con pancarta, animando a una pareja otoñal a seguir al frente. El mundo la diagnosticaría un síndrome y nos haría obviarla porque, seguramente, no podría ser tan feliz como sus jueces… o nosotros. Pero el ángel grita con un entusiasmo puro, sin timidez acomplejada verdades que nos empuja a juntarnos y reconocernos, otra vez como la España muda, tan huérfana por traicionada por los malditos gestores de la verdad por consenso, ayer tan preocupados por la causa.
SI A LA VIDA