Don José Zorrilla rastrea en verso a una luna que se va desnudando por las esquinas del cosmos. Su musa le guía en susurros con una lira que suena a fuente de madrugada. Ante ellos, el pasillo de una vacía calle Santiago, es una senda en el tiempo que desemboca en el centro de la ciudad.

 

Es una noche de primavera inesperada, contrastada en el recuerdo con el frío de otros años. Se ve que el futuro se va recalentando cada vez más, aquí y en el resto de la piel de toro. Octubre vuelve a ser la primavera nostálgica de revoluciones que preludia navidades y caos a la vuelta de nada. Me adentro por la calle, en paseo sin prisa por la historia, asombrado por fotos gigantes.

 
Nada más cruzar, rejuvenezco medio siglo cuando me señala una mano recia sosteniendo firme una cruz blanca fundida en negro. La cabecera del poster alerta: “I SEMANA DE CINE RELIGIOSO”. Estoy en el 56, en plena Semana Santa autárquica de Marzo, en una Castilla que da imagen a la estética tremendista del nacionalcatolicismo. Ese primer año se proyectó el primer certamen con apenas seis obras míticas del cine patrio.


Y es que nuestro Festival comenzó así: firme y con compromiso en blanco y negro, los colores de la eternidad porque engloban a todo el resto del firmamento. Sigo caminando, con la mirada de Don José Zorrilla todavía clavada en mi espalda, y vigilado por el Ave Fenix. Sin darme cuenta, en dos pasos, cambio de década, y leo en un color pálido de foto antigua: «SEMANA INTERNACIONAL DE CINE RELIGIOSO Y DE VALORES HUMANOS». El humanismo ye-ye cambia el festival, nuevos tiempos conciliares se avecinaban con toque humanité para cambiar el tono desde la estérica. No sabíamos cuánto.

 

 Llego sin querer el final del paseo, circulando en zig-zag de año en año como una borrachera d celuloide on the rocks y los colores se hacen colorines psicodélicos en los setenta para confirmar- «SEMANA INTERNACIONAL DE CINE DE VALLADOLID» nombre que se mantiene hasta hoy con la reducción tecnócrata y urgente de SEMINCI, acrónimos para abreviar lo breve.

 

 

Termino la calle, se acaba la historia y comienza el presente absoluto de una Plaza Mayor donde me espera el Conde Ansúrez. Le saludo reverencial y avanzo hacia Ferrari, bajada Leones de Castilla -ahora Libertad- donde quedan rastos de un surco de alfombra roja recién quitada. A mi izquierda el Teatro Calderón y a mi costado la Iglesia de las Angustias. Una gran pantalla de televisión emite el resumen del día ante el vacío de las gradas.

 

 Sin saber por qué, me acuerdo de Clare en Bristol, en otra vida. En Inglaterra conocían el festival mejor que yo y se sorprendían de tanto reconocimiento de espigas a Ken Loach en una ciudad «so conservative». Never mind. Me acuerdo tambié de mi Roma feliniana cuando leí sorprendido aquel especial de «la Repubblica» donde dedicaba páginas enteras en la gran época del gran Moretti…

 

Qué cosas, pienso, todo un evento quizá más valorado fuera que dentro de España, exceptuando a los castellanos, que lo amamos profundamente.

 Termino el paseo, danzando irreverente por el surco que la alfombra dejó, soñando en una recolección de espigas que dará inicio a una nueva siembra… que al fin y al cabo es lo que importa: el reconocimiento y amor al divino arte de la fábrica de sueños en pantalla blanca.

1 thought on “SUEÑOS DE CINE Y ESPIGAS DE ORO: LA SEMINCI

  1. Magistral tu descripción de lo que fue y ha llegado a ser el festival.
    Un paseo virtual en nosotros entre el recuerdo de los lugares que pisas y las fotos que expones.
    Se nota mucho tu pasión por el séptimo arte, pero se te perdona lo subjetivo de los elogios a la SEMINCI, primero, por que son merecidos y ciertos, segundo, porque lo expresas con palabras tan elocuentes que no desmerecen del arte cinematográfico.
    Tú nos comunicas emociones tejiendo palabras con imágenes, nos empujas a sentir, a palpar, a desear ser espectadores de lo que tú cuentas. Gracias.

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