Y retornaron sonidos a la memoria para inaugurar fiestas removiendo los pretéritos perfectos que habitan las Patrias perdidas. Lo entonan viejos duetos de nuevos niños con nombres compuestos, emparejando suertes, cuadrando el balance de la fortuna que descuadra biografías.
Escucho el tintinear del boj mientras me balanceo en mi último dormir. Las neuronas danzan así un nuevo baile para mostrarme en mi trono prematuro frente a una tele en blanco y negro, lleno de atención y moldeado por miradas de amor. Gasto bata azul como un príncipe destronado y entusiasmado, con mirada al horizonte de vacaciones que comienzan, vísperas de Vida. En la pantalla los bombos mecen a la fortuna, alquimia de premios en el teatro de los sueños. Me veo tan puro, hace siglos, niño descubriendo el mundo, seducido por la vida, instalado en un Paraíso permanente que se fue, vaya, transmutándose en oasis, recuerdo para vivir en sueño. Sueños de infancia, eternoretornismo cantor de niños y risas, champanes en los mercados, hemorragia de ilusión.
Acabo el sueño y me incorporo en el lecho como un niño disfrazado de hombre con barba, ojeras y ventrículos abiertas por infarto de sentires. Me incorporo en la cama e invoco a mis espíritus que van tomando asiento a mi alrededor, colocados por ángeles, como cada Navidad. ¡Pobre Mr Scrooge decadente y español, exiliado en palacio de corrientes de aire, con cola de visita de fantasmas del pasado, delirios de futuro imperfecto y sobredosis de presente absoluto!
Pero lleno de vida, si. Todavía alucinado, parece mentira, por una Realidad a la que persigo a cada instante con mi bolígrafo para seducirla en cada esquina y hacer que me llame por mi nombre cuando guía mi mano sobre el abismo del folio. Se retrasan los premios, y el sueño se prolongan de bonus de recuerdos ante el temblor de la emoción de un Gordo que no llega.
Pero de repente la tele se hace risas y llora mi teléfono. La paradoja que rasga la vida para que sangre su jugo agridulce al desayuno. El Gordo ha caído haciendo un socavón en Madrid. Tengo billetes en el armario pero sé que no me han tocado. Apago la tele, despido por hoy a mis fantasmas y salgo a la calle a tomar café por todas las tabernas esperando que alguien me cobre 21 euros.
Vaya còctel de sentimientos u sensaciones. Pero lo dices muy bien. Dudo de que tengamos remedio.
Vaya còctel de sentimientos y sensaciones. Pero lo dices muy bien. Dudo de que tengamos remedio.