Madrid ya es un Dublín interior que nos convierte en Ulises navegando entre corrientes de aire helado en Barrios de Las Letras, Soles, Plazas Mayores de nacimientos y gentío haciendo cola para comer calamares. Madrid Irlandés de atasco de memorias y que aterriza de madrugada en un pub inglés e interior desde la llegada a la T4.
Parece un siglo ya de todo esto, llegando como las Divas con abrigo rosa, acuerdo sutil entre la piel de ébano y el corazón rojo. Abrigo de otoños que empieza a desflorarse en invierno repartiendo botones cono medallas en La Capital de La Meseta, de nieblas y vísperas, ilusiones como cajas de recuerdos de chocolate de Betty’s, Yorkshire, repartidos en Nochebuena tras langostas que se mandan a Londres por wasap, oh my God.
Niebla auténtica en Navidad, no como ese mito londinense «it was just polution«, paseos por la Catedral hasta la misa del Gallo quien te lo iba a decir, Jackie, solo visitadora de templos por funerales militares en Belfast, liturgia y venganza, Jackie de rosa cantando Chritsmas carols en el antiguo imperio católico, “Hark the herald angels sing”, tregua de niebla en Navidad sin Marx ni Gramsci, iniciando el gran día rezando.
Navidad de familia, nice to meet you,, mas lobsters, lechazo, platos eternos, traducción simultánea, mesa transnacional tan bendecida. Risas de cartas, I pass, I stay, you pay, hehe!
Y todo se despide en 24 horas, llorando al calor reciente del abrazo bienvenido para coger el tren de Zhivago a la nueva capital y helarnos en palacios del cristal de la memoria mientras encendemos hogueras de nostalgia y volvemos a Erin, desde Kilkenny a Kenmare, con base en la metafísica de Malahide.
Nieblas en el Wellington como áureas de fuego visibles por un personal uniformado que observa la esquina donde una pareja de camaradas brindan entre risas y toses desde su mundo intraducible lleno de tantas vidas que rebosan, con creces, la mera biografía.
That’s the spirit, isn’t it?, Cheers.Thanks and God bless you, dearest. XXX