En el día de Santa Brígida de Irlanda
INTRO: EL VIAJE
– «How do I get to Innisfree?»
– «See that road over there? Well, don’t take that road.»
– «See that road over there? Well, don’t take that road.»
Dublín amanece con un sol de ocio como si fuera parte del sur de Europa. Son oasis de días brillantes de luz y calor que preceden a los largos meses de frío y tinieblas en Agosto. Va a ser éste un fin de semana “largo” como decimos aquí, ya que el lunes es fiesta. Pagana y bienvenida. Se prevé bastante tráfico y vamos con tiempo. Hay que coger la N5 una vez pasado Heuston Station y naturalmente nos equivocamos. En estas ciudades a medio hacer sucede que las decisiones en el tráfico deben ser perfectas a la primera, ya que una mínima equivocación te hace volver prácticamente al punto de partida para remendar el error. Pienso en esos momentos que hubiera sido mejor coger el tren, pero no digo nada (en realidad si lo dije y casi organizo una bronca, pero como el post es amable vamos a omitirlo). Después de unos rodeos en silencio vuelta a empezar y… ale-hop, well done! ahora si somos capaces de ver la señal y nos dirigimos a la autovía.
La moderna carretera dura apenas unos kilómetros. Irlanda tiene las vías más anticuadas de occidente, y rememoro los entrañables viajes de las primeras vacaciones en mi España infante, cuando uno no se podía separar del mapa en ese laberinto de nacionales, comarcales, caravanas, pastillas antimareo y parada en cada pueblo.Me entra la nostalgia de aquellos tiempos donde hacer la ruta era realmente la aventura. La música suena a tope y hacemos los coros a U2 mientras comemos caramelos de goma y reímos.
La urbanidad va desapareciendo y la realidad se viste de Tierra, “The Field”, que nos sumerge en las entrañas de la Eire profunda. En la mítica Connemmara se amplifica el color de la hierba y la naturaleza se cuartea en territorios de muros de piedra. Son los muros custodios de la propiedad, los apellidos y la sangre. Las pequeñas patrias dentro del país donde la tradición diseñará a su imagen y semejanza a las nuevas biografías. La tierra como Madre, más que nunca. Mansiones espléndidas como castillos feudales de granjeros con bastón, mal genio y piel curtida imperan sobre estas taifas. El ganado nos observa con desinterés y las ovejas buscan desesperadas las minúsculas sombras al amparo de puentes de piedra. El Corrib Lough aparece como un falso mar para descubrirnos un trozo de eternidad fresca, idílica, perfecta. La Realidad se convierte en estereotipo y somos parte de una postal inmensa que no nos cansamos de admirar. Paramos para recrearnos en este pequeño paraíso y empiezo a hacer fotos. Todas salen impecables desde cualquier posición. La belleza es máxima y la acción más útil es la contemplación para dejarse absorber por la maravilla.
CHAPTER 1: LA LLEGADA
“Oh, Innisfree, my island, I’m returning
From wasted years across the wintry sea.
And when I come back to my own dear Ireland,
I’ll rest a while beside you, gradh mochroidhe”
From wasted years across the wintry sea.
And when I come back to my own dear Ireland,
I’ll rest a while beside you, gradh mochroidhe”
La villa de Cong está situada entre dos condados: Galway Mayo. Un pequeño puente hace de frontera. Todo el pueblo me resulta conocido, reconocido, familiar. Fijo la mirada en la antigua abadía en ruinas sembrada de tumbas con nombres borrosos y muros cubiertos de musgo y melancolía. Respiro hondo, la imagino con su pañuelo de pastora cubriendo su melena pelirroja mientras me dejo llevar dócil por su presencia camino del cementerio mientras mi atención se queda fija en la pila gaélica de la iglesia. Miro ansioso alrededor queriendo ver aparecer a Mary Kate y así adelantarme educado e imponente para mojar mi mano de agua bendita y ofrecérsela.
CHAPTER 2: PAT COHAN BAR
“When I drink whiskey, I drink whiskey and when I drink water, I drink water”
Hay prohibición de hacer fotos para los no clientes. Bajo el cartel verde de Cohan (pronunciado Coo-Ham!) paso como por un arco de triunfo. Al principio del bar se encuentra la barra antigua y las botellas de otra época, el resto es moderno con madera clara. Pintas para todos y paseo por todos los rincones como un sabueso fiel a la memoria para adivinar la posición de los personajes y admirar cada cuadro. Hay un grupo de franceses aislados en la esquina (los franceses siempre están aislados y nadie habla con ellos) y un sujeto con pelo blanco y tez roja de sol y pintas nos ofrece sillas.
Nos acomodamos y enseguida me abordan dos viejecitas diciendo que me habían visto pasear cerca del castillo. No me atrevo a decir que estaba buscando a Mary Kate pero creo que se lo imaginan. Hablamos de España y de la vida. Mientras yo solo estoy a media pinta, una de mis contertulias (Joanne) va rauda a por su tercer gin-tonic y la otra (Jacqueline) quiere más vino blanco. Tienen el rostros coloreada, están contentas y su pelo está entre el blanco y la zanahoria (es el sol!, me dicen). Mientras me cuentan su vida y milagros, una banda de country liderada por dos talentosas músicas entonan canciones patrióticas de la vieja Eire. Mas pintas y aplausos. Me despido y dejo a mis amigas bebiendo (es muy pronto para ir a casa y hace calor dicen). Saludo desde la puerta y un auditorio de rostros encarnados con sonrisa feliz me dicen see you later.
FINALE
«Some things a man doesn’t get over so easy.»
Es el silencio de los pueblos, sean mesetarios, sean irlandeses. Es el silencio de la tranquilidad, de los muertos, de los recuerdos, de lo que está sin hacer, de lo que no está hecho. La música del pub apenas se desvanece y se oyen pisadas lejanas que quizá sean las mías. La naturaleza entona su sinfonía de viento mientras los árboles dan su acorde en A Major. Mi cerebro genera los coros de gritos interiores mezclando las partituras de memorias creativas con los futuros imperfectos. Miro al fondo del bosque donde siluetas de cruces celtas y perfiles de castillos en ruinas me describen los escenarios de la gloria inalcanzable en otras vidas.
No ha venido Mary Kate pero la siento reír y saludar al fondo de mi memoria entrañable. Sonrío tímido desde mi querida decadencia y me dirijo a mi cottage rodeado de tranquilidad sabiendo que esta noche mis fantasmas y yo dormiremos felices.
Excelente, McMurphy.
Què bonito recorrido nos haces dar, leyèndote. Una nostàlgica y magn descripciòn de un país agridulce.