Sé bien mis limitaciones – frívolo, bon vivant y esencialmente simple – y en mi credo, la belleza o es exterior o no lo es, y afirmo que sin fusión neuronal, carnal y trascendente las cosas no funcionan. Encuentro todo eso en la Fatalidad.
Escribo esto por Lauren, claro. Y no porque sea mi dama favorita – Sofía sigue ahí, mas viva que nunca en Nápoles, ignorante de que es dueña de mi corazón – . «Las rubias son menos pecado» dijo el poeta con increíble acierto que suscribo completamente. Pero hay rubias y rubias. El triunfo de Ms Bacall es que sabía mirar, eso tan complejo y vital que, como el primer párrafo de los relatos inmortales, son vitales para el resto de la historia, la rúbrica primera que marca el destino. O se sabe mirar o no.
Observado desde esa mirada, casi hechizado, te digo: “Lauren, deatest, Rest in Peace y espérame con Bogie purgando rubio sin filtro en el bar al lado de la eternidad. Tomaremos mi último cigarrillo, one on the road, to Heaven.