Anoche parecía que se acababa Agosto. Fue un espejismo, claro, pero la ilusión todavía perdura en mi memoria al levantarme. Recuerdo la noticia entre sueños – quizá fue eso, sólo un sueño – en clave de portazo desde la cocina, moviendo las cerraduras de cada aposento cual dominó vertical. La sintonía sonó a tamborrada festiva, enlazando con mi dormir para crear una historia de amor violento, sinfonía de pasión. Me levanté desde la selva de seda de mis sábanas y acudí así, desnudo y esperanzado, hacia el mirador del salón donde las cortinas bailaban su danza espectral, y me asomé al mundo. No pasaron unos segundos y mi gesto interrogante volvió a sus facciones normales al descubrir que Agosto seguía reinando ahí fuera. Cierto es que el salón parecía diferente: mis orquídeas temblaban y una ligera brisa animaba el perfume de las buenas nuevas. Pero, como digo, fue un instante.
Entonces me senté en el butacón y comencé a pensar en el tiempo. Este mes viene de Augusto, homenaje a Roma y a su imperio. El nombre crea carácter y así, desde el modelo de imperio, nuestro amigo se explaya y se contrae a su gusto a capricho. Agosto lleva varios años comenzando en Mayo y terminando en Septiembre. Como los siglos, que comienzan y terminan más allá de sus fronteras cronológicas, Agosto en su metafísica se extiende a su antojo desde una actitud arrojándonos un estado de ánimo. Esta reflexión no se entenderá, naturalmente, por el personal burócrata de calendario y números en rojo, buscadores de puentes y fetichistas de fechas. El calendario es un reduccionismo notarial para medir los pasos biográficos de los que tienen la biografía delegada al mundo, y así los movimientos vitales les pasan inadvertidos. Cierto es que hay algunos, con más amplia visión que se rigen por estaciones, conceptos cada vez más confusos por la confusión del planeta. Otros, nosotros los reaccionarios, vemos el tema de Pascua a Pascua, paseando de Santos a Santos y de Vírgenes a Vírgenes, lo cual amplia el espacio temporal. Si encima son Eternoretornistas, para qué más.
En todo caso, completa mi reflexión al alba, asumí que seguía preso de Agosto y me entró un desasosiego. Este Agosto tiene vocación de eternidad, quiere prolongarse en su ambición, delegando Augustos en relevo de Estadistas con guardia pretoriana y legión de esclavos, que aspira llevarle a Navidad en papeleta electoral. Todo tiene un límite, concluí. Y fue entonces cuando me postré a rezar mis oraciones más allá del cosmos implorando la llegada del tiempo.