Vísperas de parto,

que nos cambia una cifra en momentos plásticos.

Sus segundos sublimados reclaman atención

de cuartos añejos, que nos envejecen dignos,

importantes en chaqués de sublimidad,

– champán de pompas y circunstancia –

dibujando máscaras que dan sentido.

Los cohetes laten afuera, las campanadas dentro,

mientras miramos a una cámara, entre gesto de uvas,

que hacen de almohada

y amortiguan las sonrisas.

Es el efecto del Tiempo,

que pule en compás de a doce,

con doce besos que nos besan en rostros

no suficientemente besados

y cada vez más nuevos.

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