Pasa el tiempo de Navidad y caen nieblas de Enero en Castilla, para recibir una estela de guerreros con antorcha. Inauguran así un invierno que llega acelerado con una sinfonía de motor cuyo rumor sordo se abre camino, cabalgata de valquirias, entre el asfalto. Son los centauros del desierto hechos Pingüinos de la Meseta por obra y gracia de la diosa moto.
Valladolid, de nuevo, se convierte así en nido natural esa especie nómada que comparte un modo de vida, un estilo, una filosofía, una Idea. Llegan con brillo de cascos, chupas condecoradas, estandartes… dando un aura de humo sacro a la Realidad. El tono de la ciudad sube el volumen y el compás ofreciendo un ritmo de movimiento inspirador.
Procesionan antorchas entre la niebla, cual legión de templarios levitando sobre centímetros cúbicos hasta aparecer “bilocados” por la rapidez en toda la zona. Así les vemos acampados entre la nieve degustando cafés como pócimas sagradas, en las bodegas de los pueblos de la Vieja Castilla confraternizando entre lechazos bajo una tierra universal, rubia de trigo, abierta a la providencia y sólo quebrada por un skyline que guarda fortalezas de gloria antigua.
Hoy, donde el Estado se quiebra por todo tipo de concentraciones sectarias que mueven al odio, el egoísmo, a las identidades de artificio y nada, son los moteros los que hacen comunidad desde el suspiro ronco que da un acelerón a la Vida.
Abren así caminos, no sólo a la tierra sino a los corazones. Como aquel pionero de las dos ruedas que tanto recordamos cada día, el Ángel in Excelsis que se inventó un deporte en España: Don Ángel Nieto, que estás en la vías del Cielo. Este finde, entre las nieblas, las nieves y la lluvia, has hecho rugir tu corazón a golpe de marcha acompañando a las miles que acampan en Castilla. Nosotros sólo ponemos el acompañamiento, tú pones la melodía, el solo, como cuando volabas en las curvas 12+1 dejando a tus rivales atrás.
El ganador por excelencia, ignorado con premios póstumos de Asturias, aquí en Valladolid, España eterna, estás, como has estado siempre, presente. Incluso más presente que nunca, pues las leyendas se hacen vivas y maduran cuando ya viven en ese presente absoluto que nos abre la muerte. Dios te bendiga, tío, maestro, te rezamos viendo la sonrisa y el flequillo despeinado por la velocidad desde el horizonte de una tierra seca y celestial.
Ángel in Excelsis. Gracias.
Un homenaje magistral. Debería conocerlo su familia. Es como di hubiera estafo por allí, compartiendo el rugido mesetario.
Me ha encantado.