29 DE FEBRERO

Con viento en los cristales. Desde perfiles de cumbres borrascosas vestidas de cerros. Con gotas de agua que fueron nieve. Todo esto explota en mis ventanales de Castilla para anunciar que  se acaba Febrero.

Por fin.

El mes más corto del año se arranca ventoseando con el desplante de los caracteres fuertes propios de los bajitos, del genio que sacan los entes en sí limitados por tiempo o altura, para dar un do de pecho que inventé carácter.

No defraudó el mes, desde luego. En la memoria sentimental nos parece larguísimo en acontecimientos cuando reviso los diarios, fotos y archivos que ya son sepia. Muestran un vértigo de contrastes, velocidad de vida palpitante que se acumula cada día en su decálogo de actos en que tengo la farsa organizada.

Comenzamos con sol tímido y tiempo ordinario, que se iba alzando alegre en esperanzas de caderas macho donde no se quería poner. Pero se puso, claro, a destiempo y cambió en solsticio un guión de la victoria por el inefable eternoretornismo de hospital, preludio de pasión, ensayo de tiempo Santo. La Cuaresma entró así fuerte en el mes, cabalgando con espuelas divinas dejando seromas recordando que el camino más rápido a la perfección se llega por el sufrimiento. Frase de Dostoyevski artista, que hacen Arte, como Paco de Lucía, el genio siempre recordado. Cómo Forges y Quini, que se nos llevan un febrero cabrón para sustituirlos por arquetipos ARCO, feria desnuda de artistas cuyo éxito se basa en la intimación consentida de una clase desarrollista e inútil que permite hacer negocio e ideología, esa degeneración de las ideas.

Febrero enrabietado se ha expandido entre cicatrices del tiempo, inundando salas de y espera y carrillones parados en el salón. El alma se inunda así de tiempos muertos, a mí, que puedo matar cualquier cosa menos la llama del tiempo. Por eso, hoy, con fiebre ante la chimenea, me invento un día más para asimilar tanto drama y sangrar los instantes supurando una memoria líquida de sangre y agua.
Amén