Mayo en Madrid; tras la farsa del día uno comienza la realidad del dos. Madrid pasa así de manifas de vividores a una tranquilidad de memoria y sol. En ese trance paseamos sus calles para reencontrarnos con la Villa a través de su historia, la buena, la cañí, no la que en forma de memoria enseñan por ahí. Historias de héroes y personas, historias de un Pueblo orgulloso de una capital que no exige que se nazca en ella ni gastar RH determinado.

Madrid pide que se la quiera, punto, y una vez querida no te suelta jamás.

Para entenderlo hoy me dejo acunar, como Don Hilarión, por los brazos de dos morenas y dos rubias hijas del Pueblo de Madrid… sean de donde sean. Dos son gatas, las otras dos… felinas. Yo, en el medio, doberman docil que escucha, toma fotos y notas e interrumpe para sugerir vermús.

Están invitados en esta travesía que nos llevará desde el sentimiento de libertad a la patria infante, de la Gran Historia a los pequeños rincones de intimidad. Todo esto desde la danza eternoretornista por excelencia que, desde notas de un organillo y con un espacio de adoquín, explica toda Realidad, el Chotis.

 

“En el Pretil de los Consejos, por San Justo y por la plazuela de la Villa, la irrupción de gente armada viniendo de los barrios bajos era considerable; más por donde vi aparecer después mayor número de hombres y mujeres, y hasta enjambres de chicos y algunos viejos fue por la plaza Mayor y los portales llamados de Bringas. Hacia la esquina de la calle de Milaneses, frente a la Cava de San Miguel, presencié el primer choque del pueblo con los invasores, porque habiendo aparecido como una veintena de franceses que acudían a incorporarse a sus regimientos, fueron atacados de improviso por una cuadrilla de mujeres ayudadas por media docena de hombres”.

Episodios Nacionales. BENITO PÉREZ GALDÓS

PALOMA IURIS Y LA TIERRA PROMETIDA

Madrid es para mi tierra de libertad, después de aquel doloroso “Norte” ,en el que pasé mi infancia y mi adolescencia, llegar a Madrid fue respirar libertad y acogida. Con el paso de los años, en la rutina diaria se ven todos aquellos grandes males que aquejan las grandes ciudades, y a los que Madrid no es ajena. Pero si algo especial tiene esta ciudad, es que es una gran tierra de acogida donde al poco tiempo, y no importa de donde seas, vivir en sus calles, respirar su aire cada mañana,  te hace sentir que perteneces a ella. Y a veces, cuando una ráfaga de aire limpio baña la ciudad, se ve al atardecer el cielo azul velazqueño, como un manto que nos envuelve y nos une.

TERESA Y LA MEMORIA 

Me trajeron a Madrid con casi dos años, acontecimiento del que no guardo memoria. De mis primeros tiempos en la villa y corte guardo archivos en mi disco duro porque fueron importantes. Las calles que mejor recuerdo son aquellas en que las andanzas de una niña sin miedo se movía libremente cuando ni la circulación rodada  ni los pedófilos suponían un serio peligro, aunque me las tuve que ver con ambos riesgos.

El primer episodio de mis aventuras en Madrid es una tontería de poca importancia y de eterno presente en el recuerdo, recien llegada me perdí, o me perdieron, por una de las calles perpendiculares a Ponzano, donde vivía mi tío Jenaro y al que visitábamos todas las semanas. No me he vuelto a perder ni intentando orientarme en Vitoria con un mapa de Bilbao, anécdota para una historia aparte.

Otro episodio, también en la calle Ponzano, que se ha modernizado sin cambiar casi nada como el bar que hay en la esquina con Ríos Rosas, me sucedió a pocos metros de ese bar donde había una frutería donde fui con alguien, algún familiar, al girar la cabeza vi a mi madre en la acera de enfrente y salí corriendo hacia ella. ¡Qué iba yo a saber de coches, circulación y normas de mirar antes de cruzar! Madre que grita, frenazo de coche y zapatillazo al llegar a casa, esa fue mi primera lección del código de circulación. La letra con sangre entra.

Las aceras de la calle Ríos Rosas, junto con el patio del cuartel donde vivía, fueron una de mis zonas de juegos en los primeros años de infancia. Unas veces jugábamos cerca a un edificio de Telefónica que allí había, otras veces en la acera de enfrente, en las escaleras de la Escuela de Ingeniería que ahora es el Museo Geológico. Nuestra zona de patinaje estaba junto a los Nuevos Ministerios, por entonces no estaba tan urbanizado como ahora, con vegetación más salvaje y muchos, muchos árboles. Los jardines que rodeaban el Museo de Ciencias Naturales disponían de rincones perfectos para jugar al escondite. Eran otros tiempos y la libertad de movimientos en niños de corta edad era normal.

Mi casa estaba en la calle Ciudad Real, era un pabellón dependiente  del cuartel ubicado en la calle Batalla del Salado. Cuartel que me parecía inmenso, un edificio de ladrillo rojo con una gran verja.  Allí, en el tercer piso, había una escuela unitaria, donde aprendí las primeras letras con Doña Mercedes, una maestra con moño que me parecía muy fea, seguro que por su mal genio. Se llegaba a clase por la escalera de la izquierda, con anchos peldaños de madera. Pasado el gran patio central con balconadas estaba el Botiquín donde me curaban las despellejadas rodillas; el bar, a la derecha del patio, en el rincón, donde comprábamos bocadillos de calamares; en el primer piso una especie de economato donde nos hacíamos con los famosos chuscos. ¡Qué pan más rico!

Los pabellones de la calle Ciudad Real, en un edificio rojo y blanco con un patio grande, tienen una entrada con un portal amplio y abierto con dos grandes columnas cuadradas. Un esquinazo de la de la izquierda me lo llevé con la frente jugando a las cuatro esquinas, ahí tengo la cicatriz para los restos.

Mi pituitaria no olvidará nunca la fábrica de jabón, ahora no estoy segura de la calle, una o dos más abajo de la mía, me falla la memoria y no recuerdo bien si estaba en la calle del General Palanca, o la de más abajo, calle Cáceres. Vete tú a saber. Seguro que hace mucho que dejó de existir. Tenía amplios espacios abiertos donde yo jugaba con la hija de algún trabajador envuelta en un olor maravilloso del jabón recién hecho. Cuando cierro los ojos sigo viendo sus dependencias y sus pilones.

Tengo muy presente el Paseo de Delicias, esquina con mi calle, donde mi padre me enviaba  a comprarle el diario “Madrid” a una kiosquera que tenía allí su tenderete, justo al lado de la salida del metro y enfrente de la estación de tren. Si avanzamos un poco por esa acera camino de Atocha, encontrábamos una pastelería donde me compraban unas milhojas que nunca he olvidado y un poco más arriba la vaquería donde iba a comprar la leche.

En mi calle había de todo, una carbonería casi enfrente de mi edificio y que almacenaba los montones de carbón en un solar al lado de mi casa, era el paisaje que veía desde la ventana de la cocina. La tienda de ultramarinos, un poco más allá la panadería. Cómo no mencionar la churrería arriba de mi calle, la serrería enfrente de mi casa, un lugar también de olores, ruidos y misterios donde iba por serrín para rellenar mis muñecas de trapo, lugar que desapareció muy pronto para edificar una casa de balcón corrido. ¡Ah! No puedo olvidarme del enorme garaje con aquel perrazo de tan malas pulgas que me daba tanto miedo.

Algo especial y poco agradable me sucedió en la puerta del bar que había el final de la calle Ciudad Real, en la esquina con Batalla del Salado. Iba con una amiga a comprar vino y, al momento de entrar, el petardazo de un tiro y los gritos de mi acompañante me sobresaltaron. Al girarme hacia ella vi su cara cubierta de sangre, la bala había impactado en la madera del marco de la puerta y multitud de astillas se le habían clavado en el rostro. Un susto terrible que hace que esa esquina, donde también estaba el kiosko de la señora Boni, permanezca indeleble en mi memoria. Y para susto el de mi padre porque la trayectoria de la bala parecía indicar que había salido de una ventana de mi casa, menos mal que la comprobación señaló sin lugar a dudas el piso de más arriba. Un chaval jugando con el arma del padre. Los hijos de los guardias no tenemos miedo a las armas, eso es también otro pozo de historias.

Recuerdos más agradables me sitúan en la calle Ferrocarril, tomando horchata en un chiringuito con terraza, o cambiando cromos en el Rastro, donde íbamos todos los domingos después de misa en una iglesia en Santa María de la Cabeza, o por ahí.

Las estaciones de tren, con aquella magia de cuento, su olor a carbonilla y la promesa de aventuras. La de Delicias porque estaba muy cerquita de casa y la de Atocha porque allí trabajaba mi tío Santiago, eran inspiración para alimentar mi imaginación.

No puedo dejar de hablar de mi colegio, al que me llevaron cuando la escuela del cuartel se me quedó pequeña. Estaba en la Glorieta de la Beata Mariana de Jesús, un poco lejos de casa pero había motivos para llevarme allí, aunque no pienso contarlos aquí, que es una historia familiar algo rara y, además, ya están todos muertos. Sí mencionar a Doña Magdalena, la maestra que me trató con el cariño que necesitaba una niña tímida y rebelde, poco estudiosa e imaginación calenturienta. No quiero acordarme de la bruja que me daba Gramática pero sí de Doña Manolita, que pegaba unos pescozones que hacían época, la que me preparó para Ingreso en el Bachiller, el que aprobé con nueve añitos.

Me examiné de ingreso en el Bachiller y ahí se  acabaron las historias madrileñas. Mi padre ascendió y me vi trasplantada a un pueblo del sur de la provincia de Ávila, allí las aventuras ya tomaron otro rumbo más campestre.

UNA GATA LLAMADA MERCEDES 


Si, señoras y señores, soy madrileña…Mi querido abuelo Cecilio, el maestro me decía: “Eres gata”. No voy a contaros la leyenda de por qué a los que hemos nacido en Madrid nos llaman “gatos”, porque es tan popular que todo el mundo la conoce, pero sí hacer un pequeño recuento de lo que a mi me parece más entrañable y más característico de esta Villa y Corte.

Fue en 1561, hace casi cinco siglos, cuando Felipe II instala su Corte en Madrid. La ciudad había sido fundada por el emir Muhamad I en el siglo IX, tomando como eje el Alcázar. Mayrit, como entonces se llamaba, estaba escasamente poblada, ejerciendo un modesto papel en la línea fronteriza musulmana. Todo el que nos visite quedará impresionado por la monumentalidad y el ritmo trepidante de la capital de España. Sin embargo, hará bien en sumergirse en sus calles con calma, descubriendo sus rincones, sintiendo la hospitalidad que honra a sus gentes y gozando de cada momento que brinda la ciudad, características que hacen de Madrid, una de las urbes más atractivas del mundo.

Y es que el madrileño es acogedor, simpático, charlatán…y te contará que el Rastro puedes recorrerlo tranquilamente cualquier festivo, no solo los domingos…

Que además del parque de El Retiro existen otros tan bonitos como El Capricho, los Jardines de Sabatini, el Parque del Oeste, o la Casa de Campo…

Que a parte de la Catedral de la Almudena, tenemos la maravillosa Real Basílica de San Francisco el Grande con la impresionante cúpula que ocupa el tercer lugar de toda la cristiandad…

Que nuestro palacio Real es más grande y más bonito que el de Versalles…

Que la única estatua que existe en el mundo del demonio está en nuestro querido Retiro y se llama “El ángel Caído” y es obra de Ricardo Bellver…Que si queremos ver las rosas más bonitas tenemos que ir a La Rosaleda del Jardín Botánico

Que Museos tenemos…¡a punta de pala! ,como diría un castizo, pero que el del Prado es la mejor Pinacoteca del mundo…

Que si queremos pasar un rato al atardecer  en el antiguo Egipto ahí está, cerca de la Plaza de España El Templo de Debod, un regalo de Egipto a España en 1968 en compensación por la ayuda española tras el llamamiento internacional realizado por la Unesco para salvar los templos de Nubia, principalmente el de Abu Simbel, en peligro de desaparición debido a la construcción de la presa de Asuán…

Que los cielos de Madrid son los más bonitos de España y parte del extranjero…¡¡os lo digo yo!! …

Que mientras los turistas piensan que el cocido de Lhardy, los entresijos y las gallinejas son las comidas típicas de Madrid, aquí una madrileña les diría que se olvidan de los bocadillos de calamares y del chocolate con churros de San Ginés…

Que en La Puerta del Sol está el kilómetro 0 de …¡¡señores somos el centro de España!!…Que cuando vayan a un restaurante no hace falta pedir agua embotellada porque la nuestra del grifo es lo mejor de lo mejor…

Que nuestra querida y maravillosa Plaza Mayor se llena de magia cuando llega la Navidad…

Que un paseo nocturno por el barrio de los Austrias no tiene precio…

Que un “vermut” después de recorrer el Barrio de las Letras…¡para qué contarlo!…Que el famoso “quinto pino” está aquí, en pleno Paseo de la Castellana donde ahora se alzan los Nuevos Ministerios, lugar en el que Felipe V plantó el último de sus 5 pinos donde quedaban los enamorados para poder darse los besos y caricias que tan mal visto estaba darse en público por aquel entonces…Que encontrar a alguien que sea “gato” de verdad es casi imposible, pero que vengas de donde vengas, se te permite ser madrileño en cuanto llegas aquí… Que de monumentos “vamos sobraos”: La Cibeles, La Puerta de Alcalá, La Plaza de Oriente, El Arco de Cuchilleros, La Fuente de Neptuno, El Palacio de Comunicaciones, La Biblioteca Nacional, El monumento a Colón…la lista sería interminable…Que si nos damos una vuelta por cualquier verbena: San Antonio, San Isidro o la Paloma, viviremos momentos irrepetibles con el verdadero pueblo de Madrid…Al son del organillo hasta puede que nos atrevamos a intentar dar algunos pasos de nuestro baile más castizo: el chotis…O tal vez sería mejor contemplar con admiración a las parejas de chulapos, ellas con su mantón de Manila y ellos con su gorrilla y su clavel en el ojal, en el pequeño espacio de un ladrillo como manda la tradición, bailarlo en una calurosa noche del Madrid castizo…


Pero no quiero terminar este breve recorrido por Madrid sin citar lo mejor que tenemos los madrileños, esa herencia que nos dejaron aquellos que lucharon con picos, palas y azadones contra la invasión del Ejército Francés de Napoleón. Aquella multitud, el pueblo de Madrid desarmado, no dudó en enfrentarse con los famosos Mamelucos y Lanceros  napoleónicos para impedir la entrada de la ciudad a las tropas francesas. Cientos de hombres y mujeres murieron aquel 2 de mayo de 1808…Manuela Malasaña, Clara del Rey…

Pero a pesar de todo, aquellos valientes madrileños siguieron luchando durante todo el día utilizando cualquier objeto que pudiera servir de arma, como piedras, agujas de coser o macetas arrojadas desde los balcones. Los acuchillamientos, degollamientos y detenciones se sucedieron en una jornada sangrienta. No podemos olvidarnos de nuestros héroes, los capitanes Luis Daoíz y Torres, que asumió el mando de los insurrectos por ser el más veterano, y Pedro Velarde Santillán. Ellos junto a otros muchos militares más  se encerraron en el parque de Monteleón junto a sus hombres y decenas de ciudadanos que allí fueron en busca de combate contra los franceses…Sin embargo, acabaron muriendo luchando heroicamente.


Esta es parte de nuestra herencia…la que recibimos de nuestros compatriotas, no solo en Madrid sino en toda España…el Honor y el Valor que están inmersos en nuestra sangre y lo que ningún madrileño ni español de bien debe olvidar…Me siento orgullosa de pertenecer al pueblo de Madrid…de ser “gata”.

 

Y UN CHOTIS CON BELÉN DE MADRID… AL CIELO

 

Madrid ♬♩♩♪  Madridd ♪♬♭ Madriiidd

♭♬  Pedazo de la España en que nací ♪♬♭

Por algo te hizo Diosss♭♬

La cuna del requieeeebro y del chotissss ♭♩

 

…De un requiebro ya perdido, pero de un chotis, aún, bien bailado.

Dado que ya apenas quedan señas de identidad de ese Madrid, añorado por los más veteranos y desconocido para los más nuevos, me voy a permitir traer al recuerdo algunas curiosidades de este “pedazo de la España en que nací”.

¡Cuánto Madrid, y cuánto casticismo, hay detrás de un “gato” madrileño!, susurrando un “requiebro retrechero” a la primera madrileña castiza que pasara, altiva y elegante, por su lado. O…. invitando, con acento quedón,  a “un agasajo postinero” en el mítico Chicote con…”♬♩♫ la crema de la intelectualidad ♫♪”, que dice la letra del tan conocido mejicano Agustín  Lara.

El que a los madrileños se nos conozca como “gatos” tiene su pequeña historia.

Se dice que este apelativo proviene del 1085, en el que Alfonso VI conquistó a los moros la ciudadela árabe de Mayrit, fundada por Abderramán II, hijo de Muhammad I.

En plena toma de Madrid uno de nuestros soldados cristianos trepó, ágilmente, la muralla de 12m. de alta que rodeaba todo el valle del Manzanares y la sierra de Guadarrama. A pesar de las pocas esperanzas de conseguirlo, el soldado comenzó a escalar ayudándose con una daga que iba hincando en los huecos de las piedras. Ante semejante agilidad, Alfonso VI alzó la voz diciendo: “Parece un gato”. Una vez alcanzada la cima, el valiente soldado cambió la bandera mora por la cristiana, lo que dio la señal convenida para que la tropa comenzara a tomar la ciudad. A partir de ahí, todo madrileño empezó a ser llamado “gato”.

“El Chotis”

El chotis se bailó por primera vez a finales de 1850 en el Palacio Real de Madrid, siendo considerado el baile de la Corte, pero al paso del tiempo se popularizó convirtiéndose, actualmente, en el símbolo musical por excelencia de Madrid.

El nacimiento del chotis se sitúa en Bohemia, en la actual República Checa, y fronteriza con Alemania. ¡Quién lo iba a decir! Por eso se le conocía en su origen como «schottisse», o polka alemana. Después se fue adaptando a los gustos populares, ganándose la preferencia de los madrileños en las verbenas durante las fiestas de San Isidro y la Virgen de la Paloma.

“Lavapiés, los chisperos y los manolos”.

Los “chisperos” debían su apelativo al hecho de ser trabajadores de las numerosas fraguas de Madrid y se instalaron en el no menos castizo Barrio de Maravillas. Se solían enzarzar en el primer rifirrafe que se encontraban.

Se llamaron “manolos” a los judíos conversos que habitaban en el muy castizo barrio de Lavapiés, ya que tenían la tradición de poner Manuel a los primogénitos de cada familia. Éstos gozaban de un nivel social superior al de los “chisperos”, que eran  bastante más rudos y mucho más fuertes que aquellos debido, quizás, a su entrenada musculatura forjada a golpe de martillo, por lo que casi siempre ganaban las peleas. Lo cierto es que ambos grupos, ya desde entonces, le dieron fama de pendenciero al madrileño barrio de Lavapiés; es decir, que su fama no le viene sólo desde la última trifulca entre policías e inmigrantes africanos.

Sin embargo, honor y gloria merecen Manolos y Chisperos, (ahora, con mayúsculas), las clases más humildes del gran pueblo madrileño que, un 2 de Mayo, unidos por vez primera frente a un terrible invasor, fueron capaces de desmontar de sus caballos al considerado mejor ejército del mundo, al mando de Napoleón; lo echó cuerpo a tierra, y allí se batió a mandobles y machetazos.

“La Casa de Tócame Roque”

¡Cuántas veces la referimos en nuestro hablar cotidiano, cuando aludimos a una situación de totum revolutum!

Por aquel tiempo (1850) ya había una versión de los actuales “okupas”; se trataba de los “chisperos”, que habitaban la que se dio en llamar  la casa de “Tócame Roque”, porque se la disputaban en herencia los hermanos Juan y Roque, que eran los típicos chulitos de barrio a los que ni siquiera el dueño fue capaz de cobrarles el alquiler, y tampoco hubo quien se atreviera a ponerlos de patitas en la calle. En los bajos de esta casa estaban las fraguas de más prestigio de la comarca y allí trabajaban  unos 70 oficiales de fragua y herrería. Se quiso derribar la casa, pero la oposición férrea, -nunca mejor dicho-, de los chisperos “okupas” lo impidió.

Pues bien, a pesar de la mal renovada  versión de los antiguos “chisperos” en el ayuntamiento de Madrid, con su trapo de “Welcome refugees”, colgando de la bonita fachada del antiguo Palacio de Comunicaciones; los “top manta”, tapizando los suelos de Madrid; las trifulcas del barrio de Lavapiés jaleadas, incluso, por algunos concejales podemitas, y las obras de la Gran Vía, ….. no dejes de venir ……

……….y vas a ver ♪♬♩♯lo que es canela fina ♭♪♫♫

y armar la tremolina

cuando llegues a Madrid ♫♪♬  ……..¡Queeeé sí!

2 thoughts on “DOS DE MAYO EN MADRID

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