Día de Nochebuena, fin de Adviento, víspera de Todo. Llego a la noche de hoy como anhelo llegar al día de mi muerte: ilusionado y con Fe. A pesar del mundo y de mí mismo, sólo te imploro resistir hasta el final con la Fe intacta; la misma que, desde que me pensaste, acaricia con su ungüento de luz las llagas abiertas por el tiempo.

Porque sé que, aún herido, me mantienes con un corazón regado desde el amor fiel de los míos que, ahora, antes y siempre, me guiarán al parto de María.

Será caminando juntos bajo el resplandor de una estrella quebrada en tizones de Sentido. Calentando mis inviernos nevados, sigue ardiendo de dicha hasta mi última estación, iluminando la Aldea celestial en que se habrán convertido todos todos los nacimientos y belenes que he hecho.  

Y quizá, podré entonces aspirar a ser admitido al casting de los pastores -esa élite de los guerreros de un Cristo Rey-  que me permita ver Tu Rostro.

Feliz Navidad

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