“Hay que activar la alerta antifascista y movilizamos”. Dicho y hecho. A las pocas horas de finalizar el escrutinio oficial de las elecciones andaluzas, el sumo sacerdote de nuestra izquierda dogmática -valga la redundancia- indicaba a sus pupilos las acciones a seguir. En apenas una jornada, se formaban manifestaciones “espontáneas”, del “pueblo” en diferentes partes de Andalucía. En su expresión se podían escuchar cosas como “Sin piernas, sin brazos, los fachas a pedazos” y demás ripios de poesía pura. Retórica, desde luego, no original pues llevamos años escuchando en la capital a vejestorios mentales, tengan la edad que tengan, invocando a la guerra y al exterminio del otro.
Así los cabecillas de la autoproclamada mentira de la “generación más preparada de la historia de España” sirven de punta de lanza de un juego ideológico que terminará de lastrar a una juventud hecha para la autodestrucción.
La izquierda en general, pero la española especialmente – indefinida con la patria pero letal en la gestión del odio -, es particularmente efectiva en hacer un reduccionismo de ideas que asimilan fácilmente las cabezas ya previamente reducidas de las masas. “Para ser demócrata hay que ser antifascista”, clamaba Monedero desde aquellas aulas complutenses, “no ser feminista es atacar a las mujeres” continuaba Iglesias en la Sexta. Prejuicios estos vocalizados en vertical con tono condescendiente, colocando las dianas en los términos “fascista” o “feminista” para ser definidos a gusto propio.
Una vez que se viola lo más sagrado del hombre, y que no es otra cosa que el lenguaje, uno tiene licencia para violar todo. Nuestra lengua hace tiempo qué está rota e inútil para comunicar o pensar nada. Lejos de saber que significan las palabras, el lenguaje se reproduce en esa esterilidad de vocablos cancerígenos que forman su círculo “inclusivo“.
Sí fascista no es más que “el otro diferente que no piensa como yo“, feminista es aquella mujer que crea y adopta la “ideología de género” y, por tanto, la única que merece tal estatus. Esto es pura ideología. Ideología que mata dos veces: en su puesta en práctica y en su propaganda previa. Nos aceleran a una “dictadura cul de sac” porque, aunque ya vivimos en ella desde 4 décadas, se acerca el momento de su ejecución.
Un Estado enfermo, inmanente y ya totalmente subvertido, secuestra a sus hijos intimidando con insultos de matones comisarios. Frente a esto no hay más que la reacción ante unas generaciones de analfabetos con rabia acumulada. No hay más salvación que abrir brecha en el lenguaje, simplemente recordando lo que las palabras significan. No hay nada que inventar, no hay más que reconocer quienes somos ante los que anhelan helarnos el corazón.