Hay noticias que duran el tiempo en que se ojea un titular en el metro y otras el comentario de un párrafo en el desayuno; sin embargo otras vienen coleccionadas como un serial. Esta es la forma preferida de los medios para prolongar el ciclo del producto. El caso del niño Julen es de estas últimas, con unos ingredientes cinematográficos al estilo y tono del “Gran Carnaval” de Billy Wilder, presumiblemente la mejor película sobre el periodismo real. Esta semana, casualmente, se han producido dos tipos de casos similares: la pérdida de Julen en el pozo ilegal y la el jugador de fútbol en el cielo de la avioneta. Así en la tierra como en el cielo, pues, estas dos desgracias han sacado del ensimismamiento a una audiencia hastiada de Maduros, Podemos, taxis y blues mondays…desde el espectáculo del dolor.
Espectáculo viene de “spectaculum”, generado por “specere”- contemplar, ver detalladamente – al que se acompaña de sus medios “culum”. Hoy en día ya sabemos que el “medio” los “medios”, vamos, son el mensaje en sí mismo. En el diseño original de nuestro mundo “posmo” se basa en aceptar, conscientes o no, que lo que muestra el plasma del salón no es en sí la realidad, ni falta que hace, sino su segmento, reducción y explicación de una mínima parte de “lo que pasa” hacia una audiencia con la que se produce un pacto: a un lado se pone el ansia del sentimiento y al otro se lo moldean. Así la característica crucial de nuestra época posmoderna se basa en el dogma de que “no existen los hechos, sino las interpretaciones «. Tanto cómo se cuente, como se interprete desde los platós- porque ya viene todo el pack cocinado – será clave para la supervivencia del negocio o matrix.
Lo que está claro, incuestionable e indiscutible, es que ha muerto un inocente. Es la historia habitual con que se abre diariamente desde las hazañas de Caín, el crimen matinal del mundo. Se nos ha ralentizado en tiempo real y en HD, 4K o demás siglas en esta semana intensa. Se ha puesto todo un Estado a trabajar como una madre para mostrarlo a un público que ha desarrollado, sin duda, su mejor sentir. Desgraciadamente, el final ha sido el esperado, con la única buena noticia, magnífica, de que se ha encontrado el cuerpo del crío. Detalle fundamental al que no se dará nunca la importancia necesaria, y si no que se lo pregunten a los padres de Marta del Castillo.
El espectáculo ha terminado en su primera parte, ahora comenzará “el caso Julen”. La realidad posmo se fabrica así, enfatizando unas cosas, ocultando otras. Dejando que el sentir social se desborde en válvulas de escape mientras ignora, por ejemplo, los 100.000 “julens” hundidos en el vientre de sus madres a las que gritan todas las noches, mientras sus cadáveres proscritos quedan para el comercio. ¡DEMAGOGIA!, grita entonces la alerta roja del sistema cuyo guión rosa se ve quebrado. Miren, avisar de estas diferencias en la realidad es muy necesario, aunque abra la posibilidad a la consabida advertencia de “demagogia”. Porque el gran tema no es que se destinen o no recursos para una causa justa aunque esté perdida, no. Cualquier esfuerzo, por desorbitado que sea para intentar salvar a un inocente es poco. Punto. El tema sangrante, sutil, toca-narices, es razonar si estamos asistiendo a un gran carnaval donde es el espectáculo el que marca las “pautas a sentir”, mostrando unas cosas y dejando ocultos más crímenes cotidianos, sobre todo del genocidio infante que, entre abortos y desatención en hospitales por enfermedades calificadas como incurables se eliminan vidas por ley.
Julen DEP