La claridad del alba se aparece amarillenta a los ojos de la paciente del 507. Es una luz filtrada con la nebulosa del último sueño y bañada desde las ventanas sucias de la planta quinta. La mujer no ha dormido mucho. Y es que en los hospitales, el tiempo baila a diferente altura del mundo exterior. Aquí se mueve a ritmo de bips, paseos de enfermeras que entran y salen, y pensamientos interiores de angustia y esperanza.
María Dolores ha sido operada esa mañana de una vértebra. Tras cinco días de dolor insufrible, apenas aliviado por inyecciones diarias, el dolor insistía en desmentir que su origen era «simplemente muscular» como la sonriente médico de cabecera diagnóstico al mirar la placa fijamente en el ordenador durante un minuto. Pero no, resultó que la vértebra estaba rota, vaya. Parece que las radiografías son cuadros en los que cada uno ve… lo que sabe o puede ver. Y si la chica tan maja no sabe de rupturas, es que no las ve y supone, claro, que no las hay. Pero las hubo. Tras otra insufrible noche de insomnio tuvo que aparecer un maestro retirado, antiguo hombre de verde, cirujano con mayúsculas para interpretar el lienzo e inmediatamente mandar operar.
Pero no está María Dolores para pensar eso a estas horas del día. Está convaleciente pero contenta, incluso sonríe. Con esa felicidad que tienen las madres, tan incomprensible para los tíos. Por ejemplo, para el sujeto que tiene en frente. Un sujeto de metro noventa que duerme en postura yogui e incomprensible en una horrible silla negra. Se ha quedado a cuidarla y su feliz respiración en clave REM se impuso, tan pronto, hasta las notas del bip de aviso.
Loli – como la gusta que la llamen – sonríe en esta mañana lacia: hoy es su Santo. Pasa mucho de cumpleaños por coquetería y su hijo está a su vera. Ya está. Suficientes razones para que el dolor acumulado, y en el que tanta responsabilidad tiene el sujeto al que observa, se diluya en Sentido.
Una enfermera interrumpe sus pensamientos para dar los buenos días y el chico se incorpora rápido disimulando torpemente su sueño. Ya es oficialmente de día. La jornada se llama Viernes de Dolores y es inicio de Semana mayúscula. De Pasión. Días que van a resumir una Historia maravillosa en la que una madre, como ella, enseña a vivir dando sentido al dolor y satisfacción que originan los proyectos personales del hijo. Es decir, la historia de todas las madres. Se nos contará desde el otro lado, claro, desde el punto de vista del héroe, ya que los hombre escriben siempre la historia. Pero el sustento es siempre Ella.
Felicidades, mamá. ¿Has dormido bien?
Excelente.
Enhorabuena.
Disfruta de tu madre mientras te viva.
Un abrazo.
Excelente. Un magnífico relato de dolor físico y amor de hijo. Ese reconocimiento y compañía son la mejor botica para una madre.
Que se recupere probto y bien.