“BEYOND US ONLY SKY”
Un sol de primavera saca brillo a las imponentes letras que introducen un mito. Hemos llegado puntuales en viaje corto y cómodo, apenas sin tiempo para dar una cabezada en un avión y rodeado de aficionados del Everton en camiseta azul, parejas en misión de “dirty-weekend” y chicas gritonas en pink que van a de “hen party”.
Bienvenido al “John Lennon” airport de Liverpool.
“BUS 500” – “a ticket to ride”
Un minibús está ya preparado para llevarnos al centro. Cada media hora el “Arriva 500” se carga de turistas. El bus está abarrotado y me siento al lado de un individuo con perilla que lee el periódico con las piernas cruzadas en un espacio mínimo. Decido bajarme cuanto antes y tras 20 minutos aparece el “Albert dock” el grandioso puerto remodelado donde se encuentra el museo de los Beatles, la Tate galery, el museo de esclavitud… una noria gigante al estilo del London Eye escolta el centro de conferencias.
Es muy temprano y no hay turistas, el mar está inmaculado y tranquilo, lo que le permite duplicar el planeta con sus reflejos perfectos, la realidad se me muestra así entera y los ángulos del mundo empiezan a descubrirse ante mi cámara. Los restaurantes empiezan a abrir y una música se escucha desde unos sótanos, me acerco y el rótulo con un nombre icónico para el siglo XX, aparece ante mí.
“BEATLES MUSEUM”
Bajo hacia la leyenda entre paredes que reflejan en blanco y negro los rostros de los “cuatro chicos que cambiaron el mundo”, la música sube al bajar a los sótanos y la guapa asistenta anglo me recibe con una sonrisa tan amplia como su acento. Pago los 12 pounds, me dan los cascos y empiezo el viaje por la biografía de algo más que una banda de rock and roll: infancia pobre en un Liverpool oscuro, lluvioso y proletario, instituto, amistades, guitarras y banjos, la presencia de Elvis, primeros conciertos, The Grapes, Hamburg and… The Cavern!, números unos, tías histéricas, Beatlemanía, América, provocación, quema de discos, psicodelia, suicidio del manager, drogas, música experimental, meditación trascendental, Yoko Ono, ruptura, muerte, royalties, leyenda. Del barrio a la inmortalidad pasando por un submarino amarillo con unos pocos acordes y letras pegadizas. No se puede llegar a más. Well done!
Al final la música se calma y el espacio se ensancha en blanco utópico donde un piano solitario con foto y guitarra nos enseña el “Imagine”, ese limbo soñado por una generación idealista y flipada con sobredosis en un alma en el que han dejado de creer.
Tras la experiencia hay que tomar un capuccino y un paninni. Esto no ha hecho más que empezar.
WALKING THE TOWN
El sol empieza a calentar como si estuviéramos en la Europa en bancarrota y el blanco de los edificios de la esquina Canadiense aparecen pulcros contrastando con un mar que empieza a despertar. En su interior la ciudad va adquiriendo su aspecto victoriano y me acerco a saludar a The Queen en su templete y a Wellington en su pedestal. Es un centro parecido al de Manchester en el que si te despistas terminas inmerso en estos templos que el capitalismo ha construido en medio de las ciudades con sus escaleras mecánicas, posters de grandes firmas y ráfagas de olores que mezclan el perfume de moda con la marihuana que se fuma el pringao que acaba de pasar en frente. El hombre orquesta pide dinero con la bandera británica y jóvenes madres sin maquillaje, coleta y chándal pasean a sus hambrientos bebés delante y a sus resacosos chorbos detrás hacia la siguiente tienda.
EL TRIANGULO DE LAS BERMUDAS
Me alejo de la multitud inmediatamente y pregunto a una anglo pelirroja donde está la catedral.
– “Which one, there’s two, you see?” Me dice sonriendo.
– “Well, I want to see both”
Manteniendo su sonrisa a juego con la simétrica delicadeza de su rostro y mientras el sol se refleja en su pelo alborotado donde apenas una brisa juguetea con sus rizos efervescentes me dice que suba la colina, que vea la Iglesia de St Luke, y que siga hacia Hope St, maravillosa calle que, en simbolismo de nombre, une las dos catedrales que se miran la una a la otra. Católicos y Protestantes face-to-face.
Allí voy.
ST LUKE: “La iglesia bombardeada”
Subo la colina con mi mochila a cuestas bajo un sol que se ha crecido a medida que avanza el día, paro a respirar hondo cuando una música del miserere de Allegri se asoma a mi encuentro. Enfrente de mí una iglesia en clave de gótico florido preside la calle. Me acerco, la música se va elevando y veo que tras la fachada imponente del templo se asoman grietas cada vez más grandes. Tan grandes que una vez que estoy de frente veo que su interior está totalmente destruido. A la puerta el grupo de mendigos de Viridiana venden cuadros, un hombre desdentado me da la mano y otro habla consigo mismo.
Me acerco a la entrada en ruinas donde un tipo que parece artista con su aspecto anémico y su coleta de pelo blanco me sonríe e invita a pasar al recinto. Es una iglesia bombardeada por los alemanes durante la guerra y mantenida en el corazón de Liverpool como testimonio a los caídos. En el interior la hierba crece arbitraria entre obras posmodernas, curiosos y artistas despreocupados. Hay farolillos chinos, huele a incienso chusco y macetas de flores adornan una pila bautismal.
METROPOLITAN CATHEDRAL
Sigo, se acaba la colina y comienzan las escaleras, infinitas, verticales, un ascenso a un cielo amurallado con una pared blanquísima de la que se sostienen cuatro campanas distintas. Esto es el catolicismo, indeed. El interior es circular y un azul de cielo anglocatólico se reflejado a ambos lados del altar. La cúpula aparece inalcanzable por lo que me dirijo a la cripta donde los arcos mantienen la temperatura de la tierra y las custodias.
THE ANGLICAN CATHEDRAL
En las iglesias protestantes uno siempre llega a tiempo de tomar el té. No sé como lo hago pero siempre llego en ese momento justo en que todo el mundo charla animadamente sobre el locuaz sermón del Padre McKenzie mientras la Señorita Marple discute con sus amigas sobre la próxima convención. Un neón con una frase de amor en fucsia preside bajo cristaleras la catedral más grande de Inglaterra. Voy a la tienda que está debajo del café donde venden teología, cruces africanas, tazas de los Beatles, mapas del centro y libros de autoayuda cristiana donde una chica rubia con sonrisa de felicidad de entusiasmo forzado nos explica el inmediatísimo poder de la oración si lo mezclas con positive thinking y alguna técnica de yoga.
Enough.
THE CAVERN
Del Cielo a la Tierra en cien metros tras pasar por el barrio donde Los Beatles dominan. Las calles se estrechan y la música cambia:
– “esta es la auténtica “The Cavern” o la que está en frente?»
“This is the one indeed” me dice con seguridad el portero, pago 1 pound y bajo tres pisos rodeado de fotos y carteles de los chavales melenudos. La música se hace alta, en este pub tocan música en vivo todos los días del año y un irlandés con su guitarra entona “back to the USSR”.
Si, este es el sitio, un claustro distinto, una caverna de rock & roll diseñada como la original que se encontraba apenas unos metros en la misma calle y fue destruida. Entro en el ambiente, me tomo mi(s) pinta(s) acompasado por las letras de canciones que ya son leyenda, canciones de tres acordes y letras simplísimas que consiguieron hipnotizar a una generación, cambiar la época, forzar las nuevas coordenadas del viejo mundo. Aquí empezaron los modernos flautistas de Hamelin pare que, en clave acústica, guiaran billones de oídos hacia el espasmo de un Limbo gritón.
EL HOTEL
El centro se empieza a colapsar, las bandas de “hen parties” con su griterío alcohólico van arrasando el centro, los pubs arden de pintas y las hamburgueserías y kebabs nutren las (in)digestiones. Es Saturday night, la policía toma posiciones y pregunto a una guapa policewoman dónde está mi hotel. Es una mujer con acento tan amplio como su sonrisa, toda una Bobby que me pregunta que me parece la ciudad y dónde vivo. “Ah Dublin is great too!”
TATE GALLERY
Tras el deprimente trabajo de los chicos posmos que se dicen artistas por fin me observa la langosta de Dalí sobre el teléfono antiguo, ¡¡surrrrrrrealiiiiiiiiiiiiiismo!! grita Dalí mientras resucita la personalidad de una langosta poniéndola en un teléfono, Picasso mata a una mujer haciéndola llorar como un monstruo, esa es la diferencia: arte-de-la-vida, arte-de-la-muerte. La guinda de nuevo la pone Don Salvador y su “canibalismo otoñal 1936”, here we go! La eterna guerra civil española como un acto caníbal.
Lúcido, brillante y horrible.
AEROPUERTO: GEORGE HARRISON
Se acaba el viaje, ese recorrer una vida entera en pocas horas llenándose de vida, de otras vidas, de otras épocas, una sobredosis de realidad en estado puro, la forma más rápida de aprender y conocerse. El aeropuerto está crepuscular, tomo mi bitter al lado de mi cámara donde reposa lo que veo y cómo lo veo. Viajantes cansados tras un finde de fiesta muestran sus rostros deshidratados esperando la llamada metálica que les devuelva a la rutina y su vacío organizado.
Un rostro me mira fijamente desde la pared, es George Harrison con ceño fruncido de reflexión: “Si, somos los Beatles, no? Tenemos todo el dinero imaginable, no? También conquistamos la fama, verdad? Pero eso no es amor, ni salud, ni paz interior, isn’t it?”
Of course, George, of course. Cheers mate.