Anoche soñé con pinos,
con calor de agosto y fuentes:
iba escalando a la sierra
mientras bajaba a las nieves.
Mi inconsciente vertical,
-espiral de curvas fuertes-
buscaba así su destino
entre brújulas ardientes.
Me imantan mi ser de vida
tatuando avisos con fiebre:
«¡El pasado no está escrito…
mas su olvido… es ya la muerte!»
Se me advierte y lo razono:
con vértigos en el vientre,
con ansia en el corazón,
con rictus de gesto hiriente,
con pánicos de nostalgia
con escudos en la mente.
Frente a los muros de hielo
en que un presente inmanente
despierta, ¡depredador!
al tiempo que me deviene,
fetal me arrimo a tu hoguera
atizando, suavemente,
la forja, desde mi ocaso,
de otras brújulas ardientes.