Apenas terminamos de votar en un hemiciclo de bochorno y lágrimas cuando, en menos de 24 horas, empieza la movida. De hecho comenzó antes, ayer noche cuando en entrevista a Pablo Iglesias se inauguraba de facto una legislatura caliente de titulares y filtraciones donde sutilmente se fijaban posiciones. Fue antes de un juramento express, sin Dios, triste «como una boda por lo civil», tras comprobar que el consejo de ministros se pospone una semana.
Iglesias gestiona el plasma y Sánchez los tiempos desde el principio. Frente a un titular, se responde con una acción de dilatación del tiempo que, no es porque no lo tenga pensado, sino por dejar claro quien manda en el tema. Gestionar los tiempos es una clasica táctica de poder «desde arriba», muy necesaria para este gobierno que se vende como de «progresista y de izquierdas» y que contiene a dos césares visionarios con objetivos distintos. Sánchez ha elegido la coartada ideológica-propagandista a la responsabilidad nacional, lo cual no juzgamos desde esta orilla tan opuesta, pero que desde el punto de vista de proyecto personal le va a costar muy caro.
El precio, desde luego lo vamos a pagar todos, porque a pesar de las opiniones de inestabilidad del gobierno y fin próximo, yo creo que va a durar toda la legislatura y personalmente, casi una década, como dije ayer. Pero esa duración y su eventual éxito va a repercutir en el señor Iglesias. Sánchez puede gestionar los tiempos, pero la imagen de Iglesias va a ser vital como ya vimos en el «Hormiguero». Trasladar el pulso personal de las plazas a palacios no va a cambiar ni actitud ni el cariño entre ambos personajes que, aparte de abrazos y gestitos, no se pueden ver. Los dos tienen objetivos y visiones muy diferentes y la batalla continúa bajo techo y lecho.
Meter en el gobierno a un tipo como Iglesias y señora, no es fácil de tragar para nadie, y menos para un «Calígula» Sánchez cuyos méritos para llegar al Poder han sido dignos de estudio y resistencia. Méritos, que en sí, pueden competir con Iglesias, pues ambos personajes han demostrado ser depredadores resistentes en escenarios donde es muy difícil aguantar para cualquiera. Toda esta guerra interna sería para disfrutarla, como lo disfrutará la historia, sino fuera porque en sí es mezquina para el gran proyecto que tienen entre manos.
La demolición de un país se juega así como una partida de monopoli. No veo cómodo a Sánchez con competencia tan fuerte y astuta como Iglesias. Se le nota y sabe que va a llevar dos lastres: los socios independentistas y sus colegas de gobierno, ambos, por definición, imposibles de satisfacer. Iglesias tiene más margen para esta lucha, al fin y al cabo es la primera vez que comunistas y derivados acceden a un gobierno, van a aparecer mucho en la tele haciendo «globalismo» y, aunque llore lágrimas de plástico azul abrazando a Sánchez, no va a dudar en encasquearse de todas las culpas de lo que pase estos años. Tiene la vía libre para hacer su proyecto, equipo propio y domina la propaganda como buen comunista.
En todo caso, en esta guerrilla interna, España está en una situación tan vulnerable y enterrada en la peor Europa, que ni siquiera depende de sí misma y las puntillas, como nos pasa en las últimas décadas, vienen de hilos exteriores.
El que mejor lo ha visto es el Rey, cuando en murmullo privado, profetiza el dolor que llegará pronto.