Anguita, el Califa rojo, comunista y enemigo íntimo ha fallecido en Córdoba. 

Lo siento mucho, como se siente la pérdida de un tipo que, estando en las antípodas de mi pensamiento, ha logrado un aprecio que ya me gustaría tener con muchos de mis «camaradas». 

Lo primero que me viene a la mente son las palabras y gestos desairados de Alfonso Guerra y Felipe cuando apareció en escena en esa época caliente de su presencia en el ruedo ibérico. Anguita desde la tribuna ofrecía dos cosas inéditas en aquel panorama depravado  de la corrupta época socialista: unas formas impecables en oratoria y elegancia, sobre todo para ser un tío del PC, a lo que se unía un mensaje articulado que hacía pupa a la izquierda oficial y mercantil del PSOE. Si el PC travestido de Izquierda Unida, desde Santiago Carrillo no había sido otra cosa que un partido fofo, testimonial, traidor para los ortodoxos con una mera conciencia rancia para una izquierda melancólica, el Califa hizo despertar desde la crítica a buena parte de los suyos. De ahí que pisara muchos callos y la reacción inmediata de Guerra y Felipe no se hizo esperar para proteger su nicho de mercado.

Desde la orilla conservadora todo esto nos parecería muy bien, claro. Máxime cuando se adivinaba irremediablemente en Don Julio un aroma culto en formas de dialéctica falangista. En formas, claro. No en vano Julio se adivinaba venír de adolescencias en clave de luceros y poesía adolescente. De hecho comentaba siempre que había hecho un trabajo, tesina o algo sobre nuestro Ausente. El estilo o tufillo se intuía, pero cuando se pierde la fe, no queda más vía para los hombres listos que inspirarse en Hegel y caer en los abrazos de Marx para adornar así un firmamento de estrellas segadas y modelar a sus dioses a golpe de martillo. Se nos aparece de tal guisa un converso con clase, cultura y pensamiento de ideología totalitaria. Ni bien, ni mal, ya que es indiferente juzgar desde las antípodas, aunque sí nos queda el resquemor de ver que una persona tan lista se deje vivir desde la ideología. No una ideología u otra, sino desde ese caparazón hueco y consolador que es, en sí mismo, una ideología.

Rezo por Anguita con cariño, como rezo por los tipos con los que se puede tener una discusión inteligente y educada desde dos antípodas, cosa cada vez más complicada de saborear incluso con los que compartimos nicho. 

Julio Anguita, DEP

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