Ayer domingo supimos del fallecimiento de Doña Olivia de Havilland. Más de un siglo de vida que habitó la época dorada del gran arte mayúsculo del siglo XX. Yo la recuerdo en colorines con un Errol Flynn en mallas verdes o «A través del espejo» en una película muy oscura donde realiza una gran interpretación bipolar de gemelas psicoanalizadas. Allí nos ofrece una maldad insospechada desde un físico tan delicado en tema interesante que extrapolamos a su difícil relación con su hermana real Joan Fontaine, otra gran estrella.
Olivia empezó allá en los años 30 para ir dejando el gran cine en los 60, apareciendo ocasionalmente en trabajos no muy interesantes o apariciones en la tele. Sin embargo lo más grande lo hizo en esa primera década. Así nos quedará para siempre en retinas y corazones su papel de Melania Hamilton en la peli de las pelis, la obra de las obras llamada «Lo que el viento se llevó». Film del año 39, quizá el más importante y taquillero, proporcionalmente, de la historia. El hecho de haber contribuido a formar esa obra de arte ya merece en sí alcanzar el cielo.
Recordamos a Melania muy enfermiza, sudorosa, embarazadísima y enamorada del panoli de Ashley, sujeto con el que forman una parejita tal-para-cual, sobre todo comparando con ese dúo carnal y depredador de Escarlata y Rhett. De esa película ya saben que se ha dicho de todo, en especial en estos últimos meses cuando, con ocasión de la muerte de un delincuente americano, tuvimos que soportar los insultos hacia la película y la amenaza de su prohibición. Patético y repetitivo ataque de los bárbaros que utilizan ideología para subvertir el orden a partir de la manipulación de la anécdota. No quise escribir nada entonces porque bastante tenía en casa para aguantar estas chorradas.
Sin embargo ahora, con la muerte de Melania vuelvo a recuperar la magia y nostalgia épica del viejo sur. Y es que la película no sólo no tiene nada que disculpar o rectificar, sino que ofrece mucho para aprender. La devastación de una guerra civil que en su drama no puede acabar con aquello que realmente importa: los espíritus que bajo ninguna circunstancia se rinden. Desde unas familias sostenidas por mujeres tan alejadas de este modelo feminista moderno, desde el amor a unas banderas ajenas a este globalismo de nuevo orden, desde unos hombres que, desde el honor a la rectificación, sobreviven desde el amor a la tierra y una invocación: «juro por Dios que nunca volveré a pasar hambre «.
Miren. Eso se llama civilización occidental, la lucha dialéctica de bandos que se corrigen luchando y dan relevo a un nuevo mundo. Más allá de eso, habita la barbarie como la que estamos sufriendo. No es casualidad que «lo que el viento se llevó» esté en el punto de mira, como avance de un movimiento subversivo que desde cualquier arte trata de reescribir la historia…quemándola. Como dijo el capitán Butler, «me importa un bledo». A mi también, pero no deja de irritarme la barbarie cíclica que frente a la incapacidad de construir algo, se dedica a destruir todo.
Ayer, en todo caso, volví a ayudar en parto caliente y en llamas a Melania ante los tonos melancólicos de Dixieland y los llantos de una criatura que nace, pese a todo.
Olivia de Havilland, DEP y gracias.