Se cumple el año 1 del Gobierno de Coalición. El Reich rojo y reseteado, ibérico y cañí, no ha hecho más que comenzar. No es que creamos que vaya a durar 1000 años, como no duran los reichs de ninguna clase, pero ya sospechamos que va a durar todo lo que le quede al rebautizado «Régimen del 78».
No hace falta ni ser politólogo o profeta para ver el desarrollo de la faena del ruedo ibérico. Ruedo eternoretornista, por ADN, y golfo por oficio al que no hay que aplicar sofisticadas dialécticas hegelianas para adivinar su síntesis sistémica.
Este año 1 de la «Nueva Normalidad» ha avanzado más en la demolición de la Patria que nunca. Sobre todo con unos presupuestos, pieza clave de la democracia, desde que se culminará el sabido finale. Para ser justo, esto no ha sido improvisación de 365 días, sino la consecuencia lógica, vista y hasta aburrida de los últimos 50 años. Porque en España no hay una imaginación política de carácter creativo y unitario, sino una inercia burocrática de jóvenes envejecidos por el odio y la envidia – eternos valores nacionales – que hacen que el destino colapse, una vez más, a la libertad.
Este «año uno» ha fijado las bases de un gobierno que no disimula fines: cambio de régimen político interno, de economía externo, y de género mixto. Una tierra endeudada pertenece al acreedor, no se engañen. Olvídense de elecciones, ya amañadas como un juego de mesa trucado, o de propiedades, sean estás heredadas o generadas.
Entramos ya en un tablero minado donde hay que tener en cuenta aliados y, sobre todo, el tiempo de vida que le queda a cada uno, contando el factor «hijos» que no es más que una prórroga agónica pero vital.
En fin, estén tranquilos y muy fríos, pero no se engañen. Más vale morir lúcido que tonto.