Manolo Santana, tenista madrileño que nos llevó a lo más alto del Grand Slam nacional y celestial, ha fallecido. «A fascist wins Wimbledon» fue su entrada triunfal en una historia dictada por un tabloide inglés. No era tan «fascist», como seguramente eran los racistas british, sino que era un español de orden y orgulloso, que habiendo nacido en familia humilde y perdedora de la guerra, llegó a lo más alto de un deporte minoritario en la España desarrollista.
Santana es un caso como Seve Ballesteros: uno recogepelotas y otro caddie que, desde muy abajo, no sólo se sirven de un deporte para llegar al Olimpo, sino que ellos inventan ese deporte.
La popularidad tanto del tenis como el golf en España, explotan desde estos tipos ebrios de carisma y talento. Todos los deportistas que han salido en ambos ámbitos después de estos fenómenos son deudores de estas figuras. Se podían añadir otros tantos, como el inolvidable Ángel Nieto, figuras forjadoras de tantos retoños en su campo.
Santana nos cae especialmente bien por la discreción que ha mantenido en la esfera pública tras su retirada. Famoso, desgraciadamente, por una ex a la que molestaba que la mentaran por su apellido, Santana ha estado siempre presente solo en su mundo: el del tenis. «A fascist wins Wimbledon» es una frase que recordamos con honor e inmensa alegría, sobre todo viniendo por quien viene. Sí, ganó Wimbledon y con el escudo del Real Madrid. Con un par.
Quizá hasta los acomplejados del ayuntamiento le pongan una calle en Madrid.
Manolo Santana, DEP
PATER NOSTER, qui es in caelis,
sanctificetur nomen tuum.
Adveniat regnum tuum.
Fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum quotidianum da nobis hodie,
et dimitte nobis debita nostra
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris.
Et ne nos inducas in tentationem,
sed libera nos a malo.
Amen.