No he visto jugar a Gento. Ni a Di Stéfano, ni a Pelé… claro. La única leyenda a la que he tenido acceso en mi cronología fue Maradona. Sin embargo, sin haber visto a los anteriores, están presentes desde el amor a este deporte maldito. Las leyendas, por eso son leyendas, atraviesan las generaciones a golpe de admiración y fotos en blanco y negro o Polaroid que en nuestro imaginario adquieren nuevo movimiento y color. Nuestra cabeza, cuando ama, está unida indisolublemente al corazón y así, procesa imágenes de vida haciéndonos creer que lo hemos vivido.
Las estampas en blanco y negro, el color de los sueños, se revelan así creando vida propia y haciéndonos participes de momentos que son propios. Don Paco Gento es una leyenda incontestable dentro de una organización en sí, legendaria. De algodón blanco, uniforme Santo y seña y sin publicidad, vemos a un tipo que adivinamos velocísimo, subir y bajar la banda con cal en sus botas. Era el Madrid de los 50, pelo corto, sin tatuajes y con celebraciones de gol discretas, haciendo estampa de tíos netos que parecen mayores si comparamos a los niñatos de ahora. Aquellos cobraban menos y seguramente, todo hay que decirlo, corrían mucho menos que los de ahora, pues era otro fútbol. Aquel que se jugaba al trote sin tanto esquema y sirvió para ilusionar a pueblos enteros bajo una bandera de domingo.
Cuando vivía en Roma, me encontré a mucha gente aficionada, sobre todo del Inter de Milán y de la Vecchia Signora. Eran mayores y cuando hablaban del Madrid, sólo mencionaban la palabra «Gento», como un fetiche de respeto. El Real Madrid «de los 50» y las Copas de Europa, son una clave para entender el futbol como lo son los mundiales. El caldo de cultivo donde se fraguan los dioses modernos, los mitos de una época y las leyendas. Paco Gento está en el corazón de los que amamos este deporte de héroes y truhanes.
Lo siento mucho, maestro.
Paco Gento
DEP