Llegó la Cuaresma. Periodo ignorado para los poderes del mundo, así como los índices de persecución a los cristianos que alcanzan, de nuevo, su cuota máxima. Dos matices que no saldrán nunca en los papeles virtuales. Asuntos que no merecen estar en “la agenda”. Concepto este que servirá como guión a un “Relato” cuya banda sonora la inspira un “pin pan pun” que afina los gargantas con gritos de odio. Cantores que, sin tener ni puta idea de la partitura, la canta de oídas para así apasionarse, formar parte de algo y concebirse como independiente. Los pin pan pun son la estrella de toque de la propaganda de cualquier signo que, gestionada por los medios, hacen bailar una coreografía de danzas de salón rancio y  pasos simplones a unos mutilados que se creen Fred Astaire.  

El pin pan pun, hace apenas dos días, eran los “no vacunados”, ya saben, aquellos cabronazos  que insolidariamente no desean inocularse algo, que por cierto, no es una vacuna y cuyos resultados son desconocidos. Ahora el cambio de ritmo del DJ global impone el foco hacia un ruso que va sin camisa por Siberia en caballos blancos. Desde su cabalgadura arrojamos la ira hacia una Rusia a la que se veta, desde estudiantes, Dostoievskis y ballets y a la que AHORA(¿?) en el colmo del esperpento, se la quiere incluso consagrar al Sagrado Corazón. A buen tiempo. Un siglo después, con retraso de reloj jerárquico tras jefes de un Estado Vaticano que hace caso omiso a una Señora a la que se humilla, edita y manipula el Mensaje. Jefes ateos llamados papas, tan buenísimos como tontísimos, que en el fondo es lo mismo dan paso ahora, en el colmo de la desvergüenza es que se “consagre” a destiempo.  

Yo ya no me extraño por nada mientras oigo al gentío observar su brújula chafada, analizando el tema con engolamiento, calificando a Putin como comunista, fascista, imperialista o neoliberal… utilizado categorías de siglo XX. Embrutecidos por ignorar el negocio, dejan la risa, como siempre, hacia los fabricantes de… como decirlo… “juguetes de defensa resistente” o cualquier otro eufemismo que se nos ocurra para ocultar el nombre con que armar a una población. Cuota fija con garantía del Estado para enviarla a gente a morir sin posibilidad alguna de ganar. Provocando así la dilatación del sufrimiento, o sea más pasta, mientras nosotros, ay, hacemos romanticismo de perdedores de la guerra con gesto crispado. Que se nos da muy bien y en España esto ya se borda.  

En fin, mientras tanto y con la vista perdida en el horizonte del pin pan pun, entre la tele y los juegos de estrategia en la mesita del salón, no vemos que “nuestros aliados” permiten la matanza indigna y muda de cristianos, y las vallas de nuestro sur están siendo asaltadas. Es el final de una época. Y muy merecida porque se puede tener piedad con los malos, pero no con los tontos. Lo mejor es descubrir quien es, de verdad, el enemigo que tenemos al lado. Por la cuenta que nos tiene.

Disfruten la Cuaresma.  

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