Iba a ser el sucesor de Don Vito, llamado a ocupar el poder absoluto de la familia Corleone. Era el que mejor estaba preparado. En teoría. Porque, no sólo era el mayor de los hermanos, sino porque había mamado la violencia necesaria que encierra el cargo. Y le gustaba mucho. Tanto que fue la causa de su final. Porque la violencia, si quiere ser efectiva y duradera, es más mental que física para los cargos dirigentes. 

Santino, su nombre de origen, conocido por Sony y encarnado desde el personaje de Puzzo por James Caan, ha fallecido ayer otra vez. Medio siglo después de ser acribillado a balazos en un celuloide que dejó la pantalla ensangrentada y memorias de cinéfilos maravilladas. 

Caan fue un gran actor, muy grande. Desde luego el mejor Santino posible. Tipo con energía arrolladora, simbiosis entre Cagney y Hackman. Sujetos que pulen el arte de fusionar la brutalidad con un gesto de ser tu mejor amigo. Y todo en el mismo pleno. Seres que dan confianza a tu pesar, y no sabes por qué. Eso es talento. 

He visto a James Caan bien siempre en sus roles, protagonista arrebatador en duelos interpretativos… excepto en Misery. No era su problema, sino el de la increíble presencia siempre perturbadora de Kathy Bates, actriz sublime que cuesta comprender por un «algo» que va más allá de ella misma, sobre todo como es el caso del film mencionado. 

James Caan estará siempre presente en mi memoria como Santino. Mordiéndose los nudillos en un segundo que desvela el espíritu de un personaje inmortal.

DEP James Caan. Uno de los Nuestros. 

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