Patxi con tx, López con tilde, luce su chulería de matón con acento forzado para que no se note su origen ancestral. Está crecido, en este inicio de semana cuando se le ha dado la oportunidad de golpear a un viejo por la mañana. Patxi, pose tabernaria al estilo de Naranja Mecánica, tiene mayoría de apoyos que le jalean en esta pelea amañada. Patxi, exlehendakari, el primero «no nacionalista», como nos dictan las vitolas del régimen, brilla y hace méritos tras la sonrisa «psico» de su señorito. Su fichaje con coartada de ser un mero puente intergeneracional, está siendo amortizada y le vemos más feroz hoy que incluso con Bildu cualquier día. Cositas de maketo agradecido.

Debe de ser un placer intentar chulear a un tipo de 90 años, con más títulos e historia que el más laureado colega del señor López y su bancada, incluida las adyacentes. Ramón Tamames, don Ramón si no les importa, murmura «así no se recibe a nadie». Y es que tras presentar una moción ante unos borregos que, no tienen categoría suficiente para compartir el aire de una sala, ni siquiera educación básica para escuchar. 

La moción, lo hemos dicho, es un documento que será de visión obligatoria en futuro imperfecto de lo que fue la política española de los últimos 40 años. Documento valioso que explica en lección magistral lo que fueron fallos mortales de llamada «democracia» en nuestro Estado fallido. Importante lección por lo que se dijo pero más importante por la audiencia a la que estaba dirigida, con esas diferencias brutales entre las generaciones de políticos asamblearios de hoy comparados con aquellos del siglo pasado. Tamames vino a proponer soluciones desde una conferencia que podía suscribir antes el PP que VOX, por cierto. Los anteriores no se dan por aludidos por el guión, y los últimos deberían haber criticado la lección por la ausencia de críticas o mención a la Agenda 2030 que será en última instancia, el finale de una muerte anunciada y lo que hemos encargado a VOX. Porque tras 2030 y sus consecuencias, el tema del sistema político será irrelevante. 

En fin, disfrutamos la última lección con el bochorno de los Patxis, la vergüenza ajena de los representantes políticos tan similares a su «pueblo», y la tristeza fría de lo inevitable. 

Don Ramon Tamames, para mí, es sólo un símbolo y compañero de profesión, desde la profesión compartida de economista y el respeto hacia una persona de fuera de mi cosmovisión. Respetando y apoyamos el testimonio tardío en palacio berdulero donde cada día vemos metáforas más claras que narran el suicidio de un pueblo.

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