«¿Te puedo pedir un favor?»
«Si, claro»
«He metido toda la ropa de abrigo en la mudanza y no sé qué ponerme para ir a Valladolid. «
Voy al armario y elijo mi viejo abrigo de periodista disidente, prenda de cuero gastado de vida, de mítines, de manifestaciones, de bares, de barrios… impregnada de países que fue confirmada por el espacio sacro de Madrid. Hace mucho que no la gasto, desde que estamos a otra cosa. Desgarro la bolsa de plástico protectora cuidadosamente, como quien dobla una reliquia, colocándola con mimo en una bolsa grande de papel.
Llevamos 3 días de luto «ontherocks» y hoy se me va a Pucela dejando a un lado Los Madriles, dejándome solo en el frente y dando un portazo al tiempo.
Los finales para mí son de vísperas donde lo menos importante es el momentum final que siempre prefiero vivir en soledad. Nos habíamos despedido ayer sin lágrimas, pero en esta situación de urgencia me apresuro a un reencuentro con su casa vacía y sin prendas que ponerse.
El abrigo, chupa de cuero parda, me golpea los recuerdos del Ayer con A tremenda. Las cosas tienen alma y nos hablan. Otra chupa, también de cuero pero en aquel caso negra, fue la que nos unió en aquellos años 80 del siglo XX. Aquella vestimenta que fue mí primer disfraz para comenzar a infiltrarme en mundos ajenos, iniciación de vida que se fue continuando en diversas circunstancias pero, en este caso, bautizada por amor. Era el último cuarto de siglo y Nuria reinaba en las noches de rock and roll mientras yo habitaba con tutores en palacio, confuso entre Sid Vicious y Ludwig Van, entre Barón Rojo y Wolfgang Amadeus, entre La Polla Records y Hendel, entre el punk, Rosendo y el Miserere de Alegri, en fin. Liado, como siempre. Decidí entonces dar el salto con tupé, chupa de macarra, indumentaria de negro y acercarme por la Rockería con mi escudero «el Perilla» qué decía que conocía el ambiente de los Johnies. Lo único que tenía era una motivación de ojos verdes que me habían embrujado por los autobuses de la casualidad. Recuerdo cómo si fuera ahora la bienvenida al antro. Un grupo hostil de frikis que se creían Elvis y hablaban con gestos James Dean en grupos. Nuria reinaba con cancán en el medio de la pista, escoltada por un tipo que parecía desafíar a su sombra. Empezamos mal, ni me gustaba el ambiente ni el Perilla parecía conocer a nadie, pero me crecí ante aquella mirada. Éramos muy jóvenes, derrochábamos energía y descaro y estábamos motivados. Las pistas de baile desembocaron en carreteras de un Parquesol en construcción, Nuevo Zorrilla, estadio de pulmonías donde carreras ilegales de autos sin carnet de conducir, empezaban con un pañuelo de Nuria al viento. Velocidades inconscientes, frío de tipos con sombra de Lucky luck, jugando a pulir su juventud con metales nocturnos al alba. Etapa censurada que, con vocación de drama, sirvió para que saliéramos juntos desde las alturas de un monte iniciático. Nos arrojó a una universidad irregular de provincias que lleva a despedidas Erasmus y reencuentros de servicio militar. 24 años, tan viejos, tan jóvenes y con chupa olvidada en el armario haciendo «pequeñaburguesía» de abrigos por zona centro con amigos con pretensiones y acentos guays.
Volvimos a montes de antaño, ahora ya más construidos, para hacer filosofía con mis poemas malos, que siempre eran geniales para ella. Pasamos desde los griegos hasta la modernidad pero yo, luto prematuro, siempre de negro, me quedaba atraído por Sartre y los existencialistas de cuello alto. Vivíamos desde el estilo y una realidad aún rezábamos a Dios que tuvo inmensa paciencia con nosotros. Y nosotros con él, que todo hay que decirlo.
Pero teníamos una revolución pendiente y todo lo narrado, que parece mucho, no fue sino una nota al margen del prólogo de nuestra vida. Bristol, Dublin como primer capítulo de nuestra historia, sin saberlo y apartados por mares. Décadas prodigiosas con paréntesis de hierro, top secret, que desembocan en Madrid. Espacio diseñado para la Unión total, que se rebeló en trauma. Madrid era un terreno minado entonces donde un pirata irlandés, acostumbrado a sus islas, casi fue cazado entre emboscadas tierras.
Costó mucho recomponer el juego: ajedrez y guerras frías en barrios de Salamanca, donde las tropas de Hermosilla y Núñez de Balboa se preparaban en silencio para una guerra apocalíptica. Nuestro barrio, tan cuadriculado se hizo tablero con que movernos como alfiles y Reina. Todo por recuperar una Unión que no puede prescindir de las personas vitales. Si, Madrid podría haber sido el finale de una historia muy movida pero, oh providencia, no sólo no lo fue sino que nos hizo más fuertes. Nos resucitó el Destino para escribir Pasión donde me prestó el personaje principal y escenario fundamental de la primera escena.
Todo eso recuerdo con un abrigo, el que saco de un armario hoy para darte. No entiendo mejor finale de etapa. Mañana Madrid amanecerá hueco de presencias, lleno de ausencias. 3 días 3 de luto ontherocks donde he tenido que resucitar con prisas a Rigan, qepd, y a la legión de actores con los que ayer te di despedida oficial en nuestro bar. Siento que hoy, en mi improvisación, con las prisas no hayamos podido poner la luz. Pero ha merecido la pena tomar un croissant y un pincho de tortilla a la una de la tarde a media luz. Gracias, Nuria. In excelsis.
Nos vemos en Pucela y cuándo quieras, quemamos de nuevo los Madriles.