Con permiso de Alcaraz y desde que no está nuestro Rafa en plena faena, yo apoyo a Djokovic. Y ya saben que lo apoyo no desde hoy sino que, incluso saltándome el ardor patrio, desde aquellos tiempos, ridículos y tristes cuando a Novak Djokovic no le dejaban jugar porque… no se había vacunado.
Si vergüenza ajena nos da hoy tal cosa, mucho bochorno hemos pasado defendiendo la postura del tenista frente a los compatriotas-5-dosis, que furiosamente clamaban por su expulsión de los torneos. Típico de un sector legalista donde se acepta que la ley no se cumple más que para maldades de la élite y manías del pueblo. Esclavos felices, en suma, que no aceptaban que Novak tuviera la osadía de ir por libre, cuidando de su salud, aunque se demostrase que el deportista no estaba enfermo. Tal absurdo se justificaba desde la premisa de la obligatoriedad de una vacuna de la que aún no sabemos sus componentes.
Esta acción, del todo absurda, ha impedido la consecución de más victorias, suponiendo un golpe para su carrera. Por eso nos alegramos el doble de la victoria de hoy y esperamos que vengan más. Esto no es una alegría de carácter territorial, no, pues seguimos apoyando a los nuestros siempre, sino que engloba toda una cosmovisión tanto moral como ejemplar.
Gracias, Novak y enhorabuena.