En aquellas épocas en que había familias en España (inocentes tiempos pre-sinoidales, antes de ser sustituidas por unidades microeconómicas con amor sujeto a cláusula de rescisión de combinaciones varias), en la fecha de Todos Los Santos se iba al cementerio a recordar a la familia y amigos fallecidos, luego a misa, después a tomar unos vinos y, finalmente, al teatro a ver Don Juan Tenorio. Este Catolicismo español, mezcla de culto a los muertos, liturgia con incienso vertical, vermout y teatro en familia ha sido una de las señas de identidad de nuestro pueblo.
En cada país, acorde a su particular cultura, se tiene una forma distinta de interpretar el Misterio: desde el catolicismo alcohólico y nacionalista irlandés con formas celtas, a la Suecia de Bergman con su cristianismo bajo cero y atormentado entre la nieve y la culpa. En España se ha manufacturado un catolicismo contrareformista entre místicos e intelectuales Mesetarios que nos lanza a un paraíso barroco con salvación de último minuto.
No piensen que esto es trivializar un asunto tan importante. De hecho es el asunto más importante para los cristianos ya que nosotros nos jugamos el Alma en esta empresa. Misión realmente ardua en estas trincheras del mundo moderno donde, con su transmutación de valores, ha colocado el Alma en una glándula y la Fe en un futuro de Progreso Total llamado Utopía. Mundo, por tanto donde la metafísica de las causas primeras ha desaparecido al sobrepasar los límites del radar sensorial y con ella antiguallas tales como Cielo, Infierno, Limbo…
Dada esta penosa situación nos encontramos secuestrados en esa lucidísima oscuridad reduccionista y precisa donde, para esquivar la depresión, nos entretienen paridas tales como la “autorealización”, que no es más que un ensanchamiento de la masturbación hacia la mente pensada desde un psicoanálisis-para-todos que se vende en los supermercados en panfletos de autoayuda.
Para nosotros, pobres corazones reaccionarios, eso de la auto-realización nos mueve a la risa floja y cuando alguien menciona el famoso y oculto “sentido de la vida” y el personal se empieza a rascar la cabeza buscando palabras esdrújulas entre karmas y ‘oms’ nosotros decimos que nuestro sentido de la vida es ir al Cielo. Punto. Apenas uno dice la anterior frase entre conocidos se oye algún carraspeo de garganta escéptica, miradas que piensan “este-Novoa-siempre- vacilando”, generándose un cierto silencio embarazoso roto por algún bendito que dice: “fancy another pint?”
Pero es así como lo vemos, qué le vamos a hacer, será que no somos tan listos como los modernos, no sé. Sucede que la misión de estar preparado en cada momento para cuando la parca venga a visitarnos, es decir, estar en la llamada Gracia de Dios es lo que realmente nos mueve la creación y a maravillarnos cada segundo de este mundo. Pensamos que la vida es corta pero la eternidad larguísima y ahí es donde tenemos puesto el corazón y las pupilas dilatadas en ese horizonte. Ya ves.
Este punto de vista es vilipendiado diariamente por el diseño del mundo guay con sus proyectos-personales, plazos, planes en calendarios laborales, promociones hacia la nada y vacaciones a Tahití en Agosto. Un diseño que termina en el hastío y en la nada.
Por eso hay días como Todos Los Santos (los otros son para mí Jueves Santo y Nochebuena) donde uno es consciente de la grandeza del espacio de la eternidad a través de la unión con sus difuntos. Y mientras, el mundo tontolculo saca a su infantería reclutada en toda la chiquillería uniformada de brujos, vampiros, zombies y demás morralla que muestra la estética horrible de la negación de la muerte en base a la burla.
Yo, desde mi Madriles rezaré por los míos, me tomaré mis vinos y veré ese mal llamado drama-religioso (en España hay poco drama religioso en escenarios) que es Don Juan Tenorio, para recordar lo buenos tiempos. Disfruten.
“No os podéis quejar de mi vosotros a quién maté, si buena vida os quité buena sepultura os di”
Don Juan Tenorio
Magnífico artículo.