Es miércoles de otoño y comienza la XV legislatura. Hemos vivido todas y seguimos respirando hasta el desastre final. Se unen en tendencia fatal y cada uno nos pone al vértigo de un precipicio del que no acabamos de saltar.

El periodo que dará paso a una República globalista se definió ayer como «espacio de encuentro» por el representante de la casa de Borbón aquí. Este «espacio», viene a significar «tierra de nadie» y será el prólogo de una balcanización a fondo.

Y es que se junta todo: desde el entorno hasta lo íntimo, desde la Historia a la Biografía porque una se confunde con la otra nos asusta pensar que nuestra vida está solapada por un error de 15 legislaturas. Esto pesa más que los 50 años biológicos. Yo, como tipo previsor, estoy escribiendo mis memorias desde hace una década, y me cuesta asumir que mi vida está custodiada por un sistema de Legislaturas como aristas venenosas de metal.

Menos mal que yo el mundo lo veo desde lejos, desde la distancia, como buen taurino. Por eso no me afecta mortalmente. Hay vidas que se hacen para torear el toro de un mundo que ha nacido enemigo mortal. El objetivo es que no te pille, aunque te roce y te llene de sangre. Tengo la satisfacción de haber toreado bien, sabedor de que el morlaco estaba ya muy toreado y del que no merece la pena un riesgo excesivo. Seremos como el Cordobés en los 60, de blanco y la muleta al límite: traje blanco, tremendismo de sangres y frente altiva.

Y que se acerque al toro su fruta madre, porque no merece la pena.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies