Fue la actriz todoterreno por excelencia. El hecho de ser paisana suponía de alguna forma cercanía, cuando la veíamos en la tele, en el teatro Calderón o en el cine. Cantaba, bailaba, actuaba con esa sonrisa de chica ye-ye que deseaba ser artista. La vocación de Concha Velasco es lo que más llama la atención de una producción de trabajo en tan diferentes frentes.
No era ni mucho menos mi artista favorita, lo tengo que decir ya. Lo que más valoro y me queda en el recuerdo es un Don Juan con Paco Rabal en el Estudio 1 y la serie de Josefina Molina de Santa Teresa. En ésta última bordó a la Santa interpretandola como lo que era, una Mesetaria. Un perfil de la tierra, de nuestras mujeres de Castilla que, como Vírgenes policromadas van por ahí salvando almas de rompe y rasga. Mujeres duras, tirando a bruscas pero con ternura interna. En Don Juan fue la doña Inés de libro que adoro todos los años en noviembre.
Nos quedamos con dos mujeres de hábito, pues, que cubren una biografía muy intensa de 84 años. Descansa en paz, y nos vemos en un año cuando vuelva a ver el Tenorio.