Entre el paisaje gris del Mayo nacional, de tormentas y tedio, nos despertamos hoy con el anhelo de criar a la Nueva Era en tribus, dejando así la antigualla molesta de las familias. Nos lo dice nuestra Anna Gabriel, diputada CUP de la generación 15M, engendrada un 11M para florecer en Cataluña en 24M, todo con M de metástasis. Y nos lo dice después de votar el tema menstrual en asamblea y ganarlo. Yo se lo explicaba a mi madre la semana pasada en Gijón, entre sidras a ver si me daba un poco de luz a esto de las esponjas marinas, copas menstruales y demás inventos. No sacamos nada en claro, en un tema femenino que a mí siempre se me ha escapado. El físico, digo, ya que el sesgo ideológico mental que conlleva la gestión del mundo rosa sí que tengo una idea.
En todo caso, la ciudadana Gabriel sigue dándonos temas para aliviar el debate cansino nacional, ofreciendo en fascículos, trozos de utopía retroactiva que, de la intimidad del cuerpo nos lleva a la sociología tribal comunera en busca de la humanidad ideal.
España, lo sabemos, tiene un retraso estructural. Lo llevamos oyendo desde el NODO, y siempre se centra dicha tara en el tema económico de infraestructuras e historias. Prejuicio en que toda nuestra opinión marxista está de acuerdo, sean liberales, revolucionarios, azulones o socialdemócratas. Pero siendo esto posible – que yo no lo creo – el personal obvia otras clases de retardos, mayormente mentales, de nuestro querido pueblo. Así, en el caso que nos ocupa, este asunto de las comunas que escandaliza tanto como encandila, está pasado desde la mitad del siglo XX. Era en esa inauguración del régimen del 45 que nosotros felizmente nos perdimos, cuando los Beat en USA empezaban a dar formato a su onanismo preparando el campo a la llamada década prodigiosa que iba a explotar en los 70 por sobredosis. Tiempos de amor libre entre comunas y LSD, cuando se lirificaban féminas que salieron corriendo para gritar que la penetración era una violación anyway. Donde todos desenterrábamos cada noche loca al buen salvaje de Rousseau bailando en pelotas entre Ibiza y Stonehenge. Ah, tiempos, tiempos…tan joven y tan viejo. Aun así lo recordaba hace poco con mis amigos entre San Carlos de Ibiza y los pubs de Gloucesterrd. Los últimos cadáveres exquisitos del posmodernismo yacen allí y yo velaba las almas, siempre lo hago, mientras me contaban otra vez la Utopía on the rocks. Les escuchaba y comprendía con una mezcla de cariño y ternura. Muy interesado y sin tiempo, pues siempre he preferido los fracasos y mentiras bien contados que las quejas somnolientas y palizas de los de mi cuerda, incapaces ni de ver ni definir verdades.
Que las Gabriel y compañía sean un producto de 40 años de democracia y 60 de desarrollismo lo dice todo. Que la expresión infante y primaveral de estas ideas viejas salgan de una generación del bienestar así como así da la muestra del nivel con que el desarrollismo ha criado a sus cachorros. Y lo grave no es eso, porque al fin y al cabo lo que dice Gabriel en bruto ya está incubado en programas ONU, encuadernado en tablets y preparado en libros de texto para impartir en colegios. En ese ámbito, nuestras benditas familias rotas, no dirán nada, claro. Asumida la ideología de género por nuestra clase media analfabeta e inútil, la que deja a los chavales sueltos entre actividades escolares sin conocer lo que les están metiendo en la cabeza en los colegios.
No, el retraso de España está en la mente de los españoles, que mientras se absuelven la conciencia rugiendo ante un titular dejan pasar torrentes de metralla desde la televisión hasta el kindergarten. El buen salvaje ya está aquí, se ha criado huérfano y lleva trotando el país durante muchos años sin que los padres quieran enterarse. Sigue siendo más fácil descargar contra la tonta de turno que hacer su trabajo de educación. El daño ya está hecho.
Lo grave es que esta misma tarde se lo he escuchado por radio en Radio 5, a una señora catedrática de la Universidad de Barcelona.
Afirmaba esta buena señora, sin pudor, que a ella no le importaría tener hijos en una comuna, donde hubiera varios machos reproductores y varias hembras fértiles, echando hijos al mundo, que los educara la tribu, porque es la tribu la que educa.
Automáticamente se me vinieron a la mente esas imágenes de población indígena de la selva amazónica, viviendo en chozas, lavando en el río, pescando en el río, comiendo del río; y sí, se les ve felices.
No hay atascos circulatorios como los de la Ronda de Dalt, o los de las carreteras de Extremadura o de la Coruña en hora punta.
tampoco hay la servidumbre de iphones, smartphones, ipad. pizarrillas, «ordeñadores», ni luz eléctrica siquiera.
Y claro, me formulé la pregunta:
¿A qué carajo esperas, imbécil?
Vete a una tribu de esas a fornicar, parir y que te cuiden los hijos los demás miembros de la tribu. Pero todo lo demás te lo quedas aquí claro. te vuelves a la tribu, pero con todas las consecuencias.
¡Ay, Señor! Lo que hay que oír…