¡el Pueblo… unido… jamás-será-vencido!

 El líder comienza a hablar en verso. Tras un primer silencio mínimo, generado desde el último eco del aplauso, el nuevo secretario general comienza su reinado entonando un canto a la sublimación del mito: el Pueblo.

Igual que en aquel viernes. Cuando, cercano a la media noche, enfrente del Reina Sofía dejé de sacar fotos para teclear: «estos van a sacar cinco, rubita, ojo». Era aquel un mitin último, clausura antes de las Europeas, o primero, antes de encauzarse a la gloria.

 
Han pasado unos meses desde entonces, apenas nada, en esta velocidad vital en que nos encontramos. Sobre el mito de un Pueblo encarnado en círculos, se alza un líder muy elegido. El Pueblo Unido se termina esta mañana definiéndose en la inteligencia de un talento, de un carisma adornado en una coleta modulada. El teatro explota de euforia y flashes, escenario mucho mas mediático que aquel viernes, nostalgia, donde apenas éramos una docena de cronistas y uno podía trabajar debajo del estrado. Esta mañana el ejercito mediático está poblado buscando su estrella y yo, siempre con mi prisa propia, descanso en las butacas disfrutando la ópera en el matiné.

 Visto. Salgo antes de tiempo para deslumbrarme en una mañana prenavideña en la Capital. Nos invade ese otro pueblo de turistas con anoraks que van y vienen, buscándose atónitos en el mapa de quiosco, mientras levantan la vista hacia luces colocadas para ser iluminadas en breve.

Esta población sigue, como mucho, a un líder con paraguas azul que les explica palacios y cosas. Tras esquivarles como de la peste me dirijo a los Jardines de Colón para mezclarme con un Pueblo más aposentado. Es este un Pueblo no mediático, diría que invisible e incluso anacrónico. Porta estandartes de otra época con aspiraciones permanentes y se aglutina frente a un rincón donde se unen hemisferios de espacio y tiempo. Este pueblo no se canta a sí mismo, sino que escucha y aplaude a una legión de prohombres que dirigen sus loas hacia una figura de piedra.

 

La figura representa a un hombre tuerto, manco, con pierna de madera. Un hombre, en fin, que se sembró pedazos de su cuerpo en cada campo de batalla para recoger gloria. Está inmortalizado desafiante, altivo, digno y, quizá agradecido. No en vano está ahí porque el personal que tiene enfrente le ha sacado del olvido, quien lo diría, milagro de milagros, que aún queda algo de memoria en este presente absoluto y hueco. La memoria, ese órgano está tan inútil,  maltratado de ideología, violado de utopías.

 

Nos lo explican muy bien desde el otro lado del hemisferio, desde Colombia agradecida, con ese acento forjado de disciplina gramatical y emoción pura, valores tan perdidos en la metrópoli. Habla hacia la figura del mediohombre, agradeciendo el hermanamiento de pueblos destilado en una lengua.

 

Al héroe de metal se le une una comunión de santos cuando suena el himno al Pueblo, al Otro Pueblo, al inmortal que espera en el purgatorio de la gloria desde una muerte que no es el final, recuperar su sitio desde la memoria y el corazón de los presentes.

 

1 thought on “DE PUEBLOS Y HÉROES

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