“Pues era un lugareño con traje de pana y gorra, allá en el Burgo de Osma. Se paró enfrente de mí, me miró y dijo: Amando de Miguel, un carácter… y siguió su camino. Eso es Castilla, ¿eh?”
Ciertamente, pura y dura. Estamos prolongando la sobremesa tras un día tan especial como intenso para oír, en frase penúltima envuelta en anécdota, la mejor definición del protagonista.
Fue muy cerca de ahí, en el corazón de la patria común de los tres amigos, donde comenzó esta jornada. Temprano, nos zambullimos en el mar abierto de la Meseta, para navegar en línea recta hacia nuestra cita. Y es que “en Castilla no hay curvas”, nos cuenta Azorín y “hay pueblos cada cinco leguas, fijaros”, como nos explicaría comiendo nuestro anfitrión. Nos guía un sol recalentado de membrillos, entre tonos naranjas, cigarros y música clásica, en nuestro viaje tipo Thelma y Louise. Tras escuchar a Chopin, pasamos túneles y comienzan curvas, las calles se van estrechando, para comenzar el ascenso entre granitos a las alturas. No hay pérdida, la fortaleza, faro de cemento, nos guía, imponente desde su color tan trabajado: “tuvimos que hacer muchas pruebas para lograrlo”.
La casa huele a tortilla y libros, a entraña. Estamos en una zona civilizada de un pueblo sin ley, ya que más allá de estos muros el sheriff acaba de ser procesado y cuentan que hay casas ocupadas, incluso supermercados asaltados. Hay una barbarie fuera que avanza y este hombre, intelectual de delantal, monje y guerrero, perfil renacentista ya está a la vanguardia en su mundo para lo que va a venir.
“Pero por qué no se va tanto a misa ahora” interviene nuestra musa con un flash de foto… “hay mucho de mito en eso, a la iglesia no se ha ido mucho en el pasado. No hay más que ver las estructuras de las catedrales. Era una ceremonia para los canónigos. Se iba raras veces.”
Nos inundamos en la Realidad ya coronada, la nuestra, la de las letras, para alzarnos, atraídos por las grandes estanterías que nos guían en el silencio explosivo del pensamiento concentrado. Los aposentos tienen libros y chimeneas, “el hogar es la chimenea y la gloria, que nombre tan bonito, gloria” . La España explicada desde la historia, censos, novelas, en su habitación residen su obra, más de cien ejemplares, que imagino como la solidificación de sus sueños colocada en estanterías. Hacia los pisos de arriba el olor del papel se hace vivo, fantasma de siglos para vestir volúmenes de historia y todos los censos de España, manuales de educación de otra época más aplicada, Enciclopedia Álvarez…
“muchas gracias, por esto, Amando”, decimos agradecidos, niños felices. Amparo fuma en el columpio con los libros y todos sonreímos desde este otoño de hojas sublimadas. Nos abrazamos, suerte para mañana, gracias, dejamos al maestro como un torero velando armas mientas me acuerdo del personaje anónimo, tan real de pueblo, de pana y gorra que pronunció la mejor definición: Amando de Miguel, un carácter.
Sí, señor. Todo un carácter. Gracias a Dios.
Si no lo tuviéramos entre nosotros como un amigo más, tendríamos que inventarlo, pues nos es muy necesario.
Felicidades, Amando.
Enhorabuena de nuevo por tu crónica, Almirante.
D. Amando es un hombre excepcional. Es imposible no escucharle atentamente cuando habla, y te ves convencida de lo que ya lo estabas antes. En la defensa de sus argumentos utiliza esa “ peligrosa” contundencia de los que saben que estàn en lo cierto. Es amable y paciente, incluso, con los bobos obvios. En fin, un tesoro de ser humano.
Magnìfico relato, Juan Miguel Novoa.
Felicidades de nuevo a ambos.
A don Amando, por su nuevo cumpleaños; a Novoa por su excelsa crónica.