La Luna en sangre encarnada
sella un julio dolorido
con una rúbrica errante
por firmamentos heridos.
San Pantaleón licúa
su transfusión del estío
ante unas secas pupilas
que buscan fe con colirio.
Guardias civiles desangran
sus cuerpos entre los nidos
de rejas que van forjando
divisas de un Honor místico.
La luna comienza un lienzo
que pulirán sus testigos:
será eternoretornista,
por maldito y bien sabido.
Y España se tinta en rojo,
desde el cosmos a sus hijos,
incubando así una bestia
que espera un parto sombrío.