José Pinto, ganadero salmantino entre la cultura y la agricultura, entre la dehesa y un plató. Un hombre libre y culto, de otra época, vamos. Lo veo como un personaje de novela rusa, fuera de los márgenes de ese patético espacio de lo moderno.
Ayer se nos fue y lo sentí mucho, mucho. Porque uno siempre es sensible al tema de la muerte, pero no todos los que ve caer afectan de igual manera, claro. A mí me tocan, mayormente los míos – concepto amplio – y los que me encomiendan. Pero a veces salen almas anónimas que han estado por ahí, pululando en vida y sin querer se han hecho familiares. Y pasa que un día se van sin avisar y notas un vacío de vértigo como una patada en el estómago.
A José lo tengo identificado con mi casa de Castilla a la hora de comer con la familia. Creo que le ví,durante años, en el programa de la 2. Era poner la tele, bendecir la mesa, empezar con los garbanzos cuando ahí aparecía, el tipo: sonriente y jovial con un toque de pueblo que nos hace aún más cercano. ¿Sigue este tío aquí? Preguntaba yo como si estuviese instalado en el eternoretonismo. Sigue, sigue, me confirmaban. Esta sorpresa venía de mi desconocimiento total hacia la programación televisiva, pues yo, como sujeto lúcido solo acostumbro a ver fútbol, series elegidas, cine rancio y documentales disidentes. Es decir que esto de la tele convencional no va conmigo. Pero era llegar a casa y tener acceso al conocimiento de Pinto. Más tarde le vi en Salamanca en la estación tras una visita a La Mesetaria. Le saludé y sonrió cercano, estaba esperando a otros concursantes para ir a Los Madriles a grabar.
Uno se pregunta el por qué de unas presencias cuya ausencia provoca tanto vértigo, el recitar una plegaria espontánea que va más allá de lo obligado. No sé, hay muchos factores pero en mi caso es la identificación con algún aspecto de la personalidad, real o anhelada. Pinto me transmite la normalidad de un hombre que, en sí es excepcional. Como él todos esos tipos grises que lo saben todo y salen de la nada para aparecer en un medio tan sucio como es la tele, elevadora de mitos nefastos y malos ejemplos. José y su grupo han triunfado, no por lo que merecidamente han ganado sino por tener el placer interno del saber y querer saber. En fin, gracias por hacer estado ahí, José. Ejemplo motivador. DEP