Si esta noche de julio de fiesta y calores, alguien tiene que estar contento, es el doctor Sánchez. En apenas una semana sin llegar al finde, ha originado una sangría en Podemos, inquietud en Rufián y demás colegas, incluso provocado aún más la descomposición acelerada de Ciudadanos. Todo esto sin despeinarse y en pose de «matar recibiendo». 80 días después de una victoria electoral incontestable, sin mayoría absoluta pero importante, ha dejado en evidencia errores graves de estrategia de sus rivales aprovechando para ocultar las enormes carencias propias.
Y lo ha hecho con suma habilidad desde la incómoda improvisación de un discurso forzado que, revestido de «cesiones», envolvía un plan destinado a un fracaso de antemano. La pantomima de una negociación imposible y cargada de presión, ha hecho de su supuesta debilidad, la mejor de las fortalezas de un partido en reforma y capa caída desde la hecatombe ZP.
Pero ¿cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Cuál hubiera sido la situación normal? Sin duda tras las elecciones la vía «normal» no es más que la llamada opción portuguesa a poco que se entienda la política nacional. Es decir, un Podemos que abandere la oposición de izquierdas desde un SI sin pedir absolutamente nada en cargos e influyendo por dentro. Con esa actitud generosa se hubiera arrastrado al nacionalismo para su aprobación y se hubiera evitado no mancharse las manos con experimentos de «coalición» sabiendo, además, que la formación morada va en caída libre.
Sin embargo el factor humano dijo no. Y así se volvió al error de bulto del 2016 confirmando la ambición estructural de un Iglesias que no solo le ciega, sino que va camino de la disolución de su particular «revolución de asalto de los cielos» llena de infiltración de enemigos y hastío de camaradas. Iglesias no sólo se ha jugado mucho, sino que me temo que se ha jugado… todo. La izquierda no va a olvidar esta segunda oportunidad y no pocos votos van a ir directos al PSOE. Transfusión que, por otro lado, no va a ser única. Gran parte de los restos de esta sobredosis en que va a estallar el corazón tembloroso y naranja de Ciudadanos, penalizado por un discurso que, en su histeria formal, oculta las razones que lo sustentan.
Y así en estos días de julio, el relato – palabra gramsciana tan de moda – se va a explorar al máximo en favor del doctor. Se contará como la historia de un hombre solo en transmutación Nietzscheana de niño «no-es-no» hacia un hombre de Estado que tiende puentes a la derecha, responsabilidad a su izquierda, guiños invisibles hacia los indepes y desprecio absoluto a VOX. Y el hombre se queda solo no, porque la derecha pueda con él, que ni puede ni lo intenta, sino porque la propia izquierda en gesto depredador, sectaria hasta consigo misma, no le deja. Relato que, bien diseñado, hará que esa izquierda de base se vuelque en unas elecciones que, partiendo del desengaño, se atice desde un miedo artificial a partir del mito de unión de las «derechas».
Porque en esas eventuales elecciones, desde luego, lo que no se espera es una subida suficiente del PP. El Churchill de Palencia no ha tenido la osadía para cambiar el tercio en la arriesgada operación que sugería la gran Esperanza Aguirre cuando animaba a una abstención que, seguro que sería criticada, malentendida y osada pero que, a corto plazo supondría paradójicamente un liderazgo neto de la oposición. No, Casado prefiere ser estadista a lo Rajoy: durmiente y en espera a que venga la inevitable quiebra socialista. Y no esperen tampoco un supuesto trasvase de votos de VOX porque, si algo ha demostrado el debate, es el éxito de dos discursos de Abascal que van a hacer mucho daño por Génova. VOX se ha hecho incontestable en su puesta de largo defendiendo algo que no admite respuesta de las bancadas azules. A una parte por ser calificada de reaccionaria y a la otra por producir vergüenza al ser el discurso del núcleo del pensamiento conservador al que han renunciado por los populares. Discurso que cada vez va a adquirir más sentido, Abascal tiene el copyright y ha demostrado por y para qué están ahí publicitándolo en todo un congreso.
Por supuesto este análisis, personal, honesto y quizá cierto aunque deseo que no se produzca, será ignorado por toda una prensa conservadora que hoy está tan contenta por el fetiche de los 155 votos en contra y dando las gracias a un patrón Santiago al que no se le honra ni con misa ni borbones. Creo que no hay que engañarse, esto no es más que el principio de una década que se llama Sánchez. Al tiempo.