Se ha muerto Camilo en madrugada y lo primero que recuerdo es el tono de mi madre en mi primera infancia entonando: «el amor de mi vida has sido tú». 

La música es muy importante en mi vida. Podría escribir toda mi biografía en clave de banda sonora, delimitando así tiempos y espacios, personales y sociales como en una peli musical. Así Camilo es la primera infancia, la transición, en un primer blanco y negro presentándose en el salón de casa con «algo de mí», y haciendo sutil militancia en do mayor con Melina Merkoúri. Tiempo de fotos,  ya tan sepia, donde me veo vestido de disfraz «de los 70», esa década acampanada y confusa donde las imágenes crueles dan la impresión de que todos estábamos de carnaval, cachondeo o de resaca. Camilo, ya en color, en el programa «Aplauso» pidiendo perdón ante los gritos absolutorios de unas tías de gafas de pasta, melena lacia y jersey de cuello alto que parecen salidas de una parroquia periférica. Programa que creó una generación «superpop» reclutando coros de fans que se acunaban al gritito y al compás. Camilo sublimado en las cumbres de Getsemaní para dejarse seguir tentado por Magdalenas hippies y Pilatos colocados en consolidación superstar, aquel éxitazo post conciliar que hizo las delicias de un pueblo que ya no creía en Dios sin ni siquiera saberlo. Camilo,ay, en la noche caliente de los sábados mientras bailaba con Nuria en Cañadíos en aquellos tiempos efervescentes de vino y rosas.

Camilo, en fin, la voz suprema. Quizá la mejor en potencia, técnica y ritmo que ha dado una tierra ya de por sí generosa de talentos. Desapareció dejando una estela de éxito para regresar, un día, con hijo de soltero igual físicamente a él, como una fotocopia del ego al que no le hace falta pareja alguna. Camilo admirado, respetado «mola mato» en plan diva cheli, muy de Madrid, irrepetible e irreconocible en un paseo de flores plásticas que posa hacia un museo de cera que, sin esfuerzo, clave al modelo como realmente fue. 

En fin, su obra es espectacular y con sonido más que claro, cristalino. No hay cambio alguno en su voz sea en directo o en estudio, sea en el siglo XX o XXI. Desde aquellos años en que me susurraba el amor mi madre hasta ahora, su rostro puede haber cambiado, pero la voz no. Nosotros, por supuesto seguimos siendo los mismos pero hoy desafino yo el fin de la letra en nuestro particular dueto familiar: «‘el amor de mi vida sigues siendo tú». 

Gracias, Camilo y DEP

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