Se acaba la semana Santa como se acaban todas las semanas: igualadas en una larga tarde de domingo. El domingo es un día de personalidad propia, mucha más fuerte que el resto de días. Nutre en su seno lo mejor y lo peor, de la euforia alegre de la mañana hasta el sopor del crepúsculo. El domingo alcanza el sumun hasta la hora de la siesta. Más allá de esa frontera onírica, nos espera el día sin maquillaje, obligando a ver su decadencia a cámara lenta y en plan doméstico. En condiciones normales el domingo por la tarde es un coñazo, hablo en términos técnicos, y en la época pandémica sigue igual. Y encima agravado por evitar eucaristías y vermús extramuros. Especialmente este gran domingo de resurrección, sin mantillas blancas y vinos rojos con que brindar por la Esperanza.
Ha sido así un domingo monástico de castillo interior, bello en su inicio y demasiado largo en su finale. Un finale que porta angustia o spleen. No sé cuál es peor. Aunque personalmente me gustan ambos sentimientos porque tengo la mente muy pulida para sacar provecho de ambos bajonazos. La angustia provoca un ritmo creativo mejor, su sucesión de imágenes todas negativas y con lógica aplastante, va bien a los que tenemos una genética tremendista, exagerada, mesetaria. Para sacarla provecho hay que verla desde fuera, claro, en ese modo meditativo que se produce al escribir. La escritura mata todo sepultando ideas vivas en el sepulcro del folio. Viene a ser una terapia dandi que enfría la angustia dejando sus restos calientes reposar en páginas impares. El spleen, por otro lado impone un esfuerzo de reflexión. Hay que buscar la idea y desarrollarla con un tono propio que toca el cinismo, surrealismo y desdén pero sin caer en ninguno de esos tres vicios. Si escribir la angustia es matar recibiendo, en el spleen tienes que intentar cuadrar al toro con paciencia.
Hoy sin embargo estoy despistado. Maradona ha marcado con su mano-de-dios y ha hecho otro gol con su pierna de oro. Me ha roto así la reflexión el bendito fútbol retro de la tele y me anima el ver tanta maravilla en este juego de truhanes. Entre las verdades de la angustia y el spleen nos despierta la mentira del fútbol, en diferido y con gol ilegal. Esa mentira de domingo merece con creces el estatus de Verdad. ¿Qué es la verdad, en todo caso sino la mentira más eficiente? Buena prueba es este colorín colorado de domingo.
Buenas noches.