Fue de los primeros famosos que me encontré cuando llegué a Madrid. Sucedió en un bar de Moncloa, de esas tascas clásicas, sin pretensiones… de toda la vida, vamos. 

«¿Me pone otra caña, jefe?» Sonó una voz tan articulada y familiar en su rasgo, que me hizo dar la vuelta. Era Quique San Francisco. Al  fondo de la barra comenzaba así la función, articulando un discurso lleno de manos, coreografía de gestos y visual de ojos miopes ante una pareja que asentía con atención. La plática era toda suya: gesticulaba sin parar en un monólogo totalmente hipnótico que absorbía todo el ruido del bar, incluida una máquina tragaperras que estaba siendo desvalijada pacientemente por un chino ensimismado. 

No me gusta mirar de frente a desconocidos, por eso de la educación y tal, pero no podía remediar mi admiración ante el arsenal de movimientos, tanto vocales como faciales, que desplegaba el tipo. Por si fuera poco, el discurso improvisado se desplegaba totalmente rico de ocurrencias, ideas, humor, entre tacos bien localizados sin resultar cargante. San Francisco, en esa conversación entre amigos, era igual que en cualquier conversación sea pública o privada en tele, cine o teatro. 

Un personaje, si lo es de verdad, de los grandes, es aquella persona que se parece a sí misma. Una rarísima fusión en estos tiempos duales de impostura y dobles caras. Eso, que es lo que sospechaba de este magnífico artista, se confirmó aquella noche. El talento de Quique estaba en su naturalidad, que mostraba en un físico nada natural, entre picassiano, excesivo, caricaturesco y barroco. Un sujeto que daba la impresión de cercanía, aunque no tuve la oportunidad de tratarle. 

Yo también me pedí otra caña, simplemente por el placer de continuar oyendo su privado diálogo. Sí, ya sé que es de mala educación poner la oreja para oír conversaciones ajenas, pero no pude dejarlo. Sorry. Acompañé por lo bajini las risas que producían sus ocurrencias, uniéndome así al goce de la pareja que le acompañaba haciéndome polizón de un momento glorioso. Hasta que finalmente se fueron y yo me quedé con el sabor de haber asistido a una actuación en primera fila de barra. 

Hoy nos deja muy pronto Quique y lo siento mucho. Recordaré aquella media hora en Moncloa y brindaré por ti. 

Quique San Francisco DEP

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