Y llegó Febrero. Mes que cae simpático por su corta estatura, bajito de días que se compensa con una luz que despereza el invierno de pasadas natividades. Febrero es un mes que puede hacer bisiesto a todo un año, casi nada. Golpe de efecto de un David trilero que esconde días y lo muestra cuando menos se espera.
Es este un truco más noble que aquellos meses que cobijan «cambios de hora», esa trampa capitalista, indigna y falsa que utilizando como excusa la luz del día, consigue destrozar el sueño de los ciudadanos. Porque los sueños que surgen «con una hora menos» o los que se quiebran «con el una hora más», no dejan de ser artificio forzado que rigen la organización onírica de unos españoles que ya ni siquiera pueden soñar despiertos.
Pero Febrero no es así, es un mes Guadiana que esconde días para mostrar cuando nadie lo piensa y encima no llegar al diario de días estándar. Así pasa con una gloria de «perfil bajo», como dicen los politólogos, con una discreción que en su muerte nos anunciará una Pascua preñada de lunas llenas.