Ha fallecido Luis Roldán, primer director de la Guardia Civil no militar. Fue en el 86 del siglo XX, en década de plomo en España en plena efervescencia de nuevo orden. Todo muy guay hasta que en los 90 se dio a la fuga desde un entramado de incrementos patrimoniales dando lugar al descubrimiento de historietas de espías, chorizos, servicios secretos, fondos reservados en un capitulazo que configura parte de la intra historia de un país. Historia que se llama Socialismo y del que Roldan fue en su medida, artífice menor y víctima mayor.
Ser director de la GC, no fue ni mucho menos el mayor caos de sus actos, más bien al contrario. La Guardia Civil, un cuerpo tan humillado por dentro como por fuera del régimen oficial del Estado, poseía unas condiciones de vida en los años 80 tan humillantes como lamentables. Los socialistas, increíblemente y frente a todo pronóstico, vieron su potencial y un magnífico aliado. Desde las casas cuartel, las ayudas en labores de inteligencia, hasta las mejoras de equipamiento -lo cual era hasta entonces una suma vergüenza- fueron mejorado desde la llegada del PSOE al poder. A cada uno lo suyo, y no me duelen prendas en decirlo, así como a defender con todos los defectos lo que supuso el éxito de los GAL, por otro lado.
Dicho esto, Luis Roldan fue un chorizo entre chorizos, con el que intentaron acabar los listos del sistema, empezando por un superministro paisano y vividor así como uno de los personajes más fascinantes del ruedo ibérico: Francisco Paesa. Un espía de tal nivel de inmoralidad que se puede permitir mandar su esquela cada poco tiempo mientras goza de una salud de muerte.
Roldán es uno de tantos peones que, trepando trepando, dejan de servir y van fuera. Las vidas así no compensan aunque los herederos disfruten su fortuna escondida. En fin, que descanse en paz si puede y que el purgatorio sea leve.