Conocí a Will Smith viendo El Príncipe de Bel Air. Serie divertidísima y con humor tan inteligente como doble intencionado. Narran las historias de una familia negra y rica donde, desde la raza al clasismo, se hace una autocritica feroz, sutil e ingeniosa de una América emergente. Smith lo clavaba en su rol de advenedizo, familiar pobre que en su dialéctica pone en juego temas incómodos desafiando a sus primos pijos. Todo el elenco está magnífico y es de las pocas series que seguí en su día y me valió para seguir la pista a un actorazo que hizo grandes trabajos.  

Viene este recuerdo porque ayer fueron los Oscars, ya saben. La ceremonia obscena de esa maquinaria propagandista en que han convertido el séptimo arte la América posmoderna. Dejaron de interesarme esos premios hace tiempo; desde que descubrí que no eran ya un medio de mera propagación de la industria – cosa a la que tienen completo derecho y mi apoyo – sino que se hacía ideología puntual según agenda política apartada del mundo del cine. El arte no es nunca neutral, ya lo sabía, pero su descaro termina hartando. Así los Goya, ni me lo planteo, pues nuestro Estado está hiperpolitizado en todos sus aspectos y mas en un negocio cuyos fondos vienen totalmente financiados, es decir que no hay industria, sino negocio que, al fin y al cabo, llevan 5 familias. Como lo mafia.  

Sin embargo en los Oscars de ayer sucedió algo interesante. Will Smith se levantó a dar un puñetazo al presentador después de haber hecho un chiste sobre la alopecia de la señora Smith. Chiste, ni que decir tiene, insultante y de pésimo gusto que va al ritmo de un sentido del humor muy anglosajón que se basa en la humillación y burla de un sujeto. Estas “bromas” son muy de monologuistas y de night show de televisión inglesa y americana cuyo estilo, desgraciadamente se ha exportado. Smith se ha sentido legítimamente dolido, su reacción ha sido la normal y me he alegrado al infinito. Hoy en día en la época de los tweets de autoría de depravados mentales donde se atreven a burlarse desde victimas del terrorismo a chicos down. Autores que son amparados por unos medios que, inmediatamente, dicen que “solo era un chiste”. Claro, si el chiste no les afecta a ellos ni a su agenda. Porque cuando les toca a ellos, “piden comodín” como el famoso “tolerancia cero” vetando con su censura haciendo, de nuevo, política demagoga.  

El puñetazo legítimo de Will Smith, por mucho que lo critiquen los mierdas televisivos, es mas que un puñetazo. Es una puerta abierta a decir basta, a denunciar el embrutecimiento mental que con la excusa a una risa fácil, provoca en el fondo desmoralización de una sociedad. Concepto este fun-da-men-tal, para explicar el daño corrosivo que ha hecho el humor enfermo sobre tantas personas e instituciones. Si la blasfemia, por ejemplo, ya no es nada porque se ha perdido el sentido de lo sagrado, es por esa corrosión enferma. La guerra cultural, que no nos enteramos, empezó por ahí avisada por ese genio del mal llamada Gramsci. En fin, si ha merecido algo la basura de los Oscars, es por ese puñetazo que creará escuela. Bravo.  

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